OPINIÓN

El viejo arte de hablar mal de tu partido (en TV o radio)

Macarena Olona
El viejo arte de hablar mal de tu partido (en TV o radio).
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Macarena Olona

Macarena Olona se equivocó… se equivocó la paloma, por ir al sur pensando que era el norte, o viceversa. Macarena Olona se equivocó y se estampó contra el mueble bar de su vanidad. No pudo resistir la tentación de seguir volando mientras alimentaba su ego y su orgullo en un programa de televisión que, precisamente, ella se dedicó a denostar y despreciar todos los días en su sesiones parlamentarias. Olona ha quedado retratada y bastante burlada por maldecir a todas horas al pianista, para luego casarse con él mientras le compra un piano nuevo y le pide que siga tocando la melodía de siempre.

Qué les dará o qué tendrá Jordi Évole para cazar o pescar en río revuelto a esos conflictivos invitados de la política y conseguir que se rindan a sus pies, y encima caigan como moscas atolondradas en un panal que más parece de ‘burundanga’ que de rica miel, por los efectos nocivos que provoca en el interesado-afectado. La que ha cambiado de postura y de ideas ha sido ella, Olona, el entrevistador sigue marcando su mismo paso y mostrando sus trofeos de caza. Habrá que reconocer la astucia de Évole que aprovechó la entrevista para repasar, incluso, los novedosos asuntos de la Guerra Civil española. En cambio ella, Macarena, se tragó unos cuantos sapos haciéndose la sueca en lugar de la muy española que siempre presume ser.

Olona no es la única que ha pasado por el potro de la venganza, también está Iván Redondo, por ejemplo. El afamado asesor político llegó a director del gabinete de Presidencia de Sánchez en Moncloa hasta que el mismo presidente -sorpresivamente- se hartó de sus finas teorías y de su compañía, le dio la patada y lo mandó de vuelta a su casa. Hasta el extremo de que en su día también vimos a Redondo cantar La Traviata en lo de Évole.

Sin embargo, antes de su entrevista en la Sexta pensábamos que íbamos a asistir a la reencarnación "dos puntos cero" de Maquiavelo, pero la triste figura del asesor de Moncloa se descompuso ante las cámaras y se aturulló con las preguntas de Évole y con unas fichas de ajedrez que él solito se tragó. Serán las cosas del ‘perder’ o las cosas que suscitan las vendettas políticas que mezcladas con la triste vanidad destruyen a todos los que las invocan. Redondo pasó sin pena ni gloria; "Maquia-Évole" continua rebañando cabezas, y Olona se despacha dejando cierto sabor a traición.

Después de ver a Macarena ejerciendo de triste viuda de Vox y hablando mal de su difunto ex partido, uno llega a la conclusión de que la ex diputada, otra señora de armas tomar, sólo busca protagonismo y, sobre todo, saldar cuentas con sus ex compañeros de escaños y de siglas a los que no perdona que la "mandaran o engañaran" poniéndola camino del sur con el cuento chino de que tú vales mucho y en Andalucía serás la reina-mora de la vicepresidencia de la Junta. Para luego, a la hora de la verdad, quedarse fuera de juego comiéndose la sopa boba que le endosó en las urnas el listo de Juanma Moreno Bonilla, también conocido como Moreno "Nocilla".

Hablando de heridas de "guerra" políticas, se acaba de celebrar estos días el 'suicidio' radiofónico de Pablo Casado, un 18 de febrero de 2022, cuando -todavía no está muy claro por qué acudió a la radio- el entonces líder del PP se inmoló dejándose entrevistar por Carlos Herrera en la Cope. Las finas preguntas del entrevistador invitaron al entrevistado a 'cortarse las venas', pero no la lengua que le hubiera sido más útil, y meterse de un modo descabellado e impropio con la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

A partir de entonces, la espada de Damocles empezó a caer sobre Casado que ya no levantó cabeza y acabó dimitiendo de su cargo de presidente del PP. Estos días se está discutiendo de cómo fueron esas aciagas noches de "cristales rotos". Se podrá opinar lo que se quiera pero fue el propio Casado quien se puso la venda en los ojos y después en la soga. Casado nunca tuvo que llegar a la presidencia del PP, fue la carambola, el rebote final entre Cospedal y Soraya, el odio entre las dos mujeres del PP el que aupó al primero y lo convirtió en el líder accidental que no era por naturaleza, ni por edad, ni por capacidad, ni por inteligencia, ni por astucia, ni por lo que ustedes quieran.

La prueba palpable de sus grandes errores está en dos claros ejemplos: desconfió mucho desde el primer momento de los líderes de su propio partido -especialmente de Ayuso- y lo fío todo a las decisiones -la mayoría erróneas- de Teodoro García Egea, ex secretario general del PP, y el hombre que destrozó el partido por dentro y por fuera. Casado se ganó a pulso su caída en desgracia porque no supo liderar un partido como el PP. Ahora, algunos lloriquean porque nadie le socorrió, pero fue el propio Casado el que más se empeñó en ahogarse en su propia pecera, por mucho que luego su equipo corriera a unirse a Feijóo. No sólo se unieron, sino que debieron festejar con alegría el imprescindible cambio.

Lo mismo sucedió, años antes, con Pedro Sánchez y su lucha fratricida con el PSOE. Pero este último tuvo otra oportunidad y la aprovechó; demostró mayor capacidad para sobreponerse y mucha más astucia que sus rivales. Por eso él está en el Gobierno. En cambio, el equipo de Pablo Casado resultó ser tan torpe que algunos como García Egea acabaron vomitando sus heridas al estilo Macarena Olona en la Sexta, pero sin tanto pedigrí: Teodoro no fue entrevistado por Évole, se conformó con derramar su "venganza del chinito" con Ana Pastor.

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