OPINIÓN

Vota al político que menos hable, será el que menos mienta

Irene Montero
Vota al político que menos hable, será el que menos mienta
EFE
Irene Montero

De todos los perros que ladran sólo ladra bien el que menos ladra. No lo dijo Diógenes Laercio pero bien pudo haberlo escrito en sus 'Vidas de los filósofos'. Yo añado: De todos los políticos que hablan solo habla bien el que menos habla porque será el que menos mienta. No olvidemos tampoco ese “memento mori” que tarde o temprano ha de llegar para todos, incluidos los presidentes de Gobierno y de cualquier institución o de cualquier mesa electoral. Emperadores, generales, lugartenientes a fin de cuentas todos ellos son simples mortales, y se olvidan a veces de su pobre condición y que también son carne de cañón para pasto de eternidad.

Esos mal llamados locos romanos, antiguamente dominadores del mundo, tenían al menos conciencia de su realidad gracias a una cierta nobleza de espíritu, y permitían en honor a su debilidad que un esclavo que sostenía sobre sus cabezas una corona de laurel, símbolo de sus éxitos, susurrara de paso al oído de vez en cuando las palabras mágicas y divinas que todo político debería llevar grabadas en su mente y en su pecho henchido de gloria: “Recuerda que eres mortal” (memento mori). Hoy en día, a algunos ciudadanos del siglo XXI les gustaría añadir algunas palabras más propias de estos tiempos: “recuerda, tronco, que eres mortal…, y que sólo vas a llevarte de aquí el bien que hagas en esta vida, o sea, que afina porque si no los votantes te van crujir por insensato”.

Es muy bueno para el sistema nervioso que los llamados líderes políticos no se crean lo que no son, seres cuasi divinos que andan flotando por encima del bien y del mal. No es bueno tanta moqueta, ni tanta escolta, ni tanto ‘sí, ministro’. Por sus tonos iracundos y demagógicos se les ve venir y, tarde o temprano, también se les verá partir. Todo lo que sube, baja, es una ley universal no escrita pero que siempre se cumple a rajatabla. Y es bueno bajar para no perder contacto con la realidad. Que un político actual esté pendiente de cómo pasará a la historia una vez finalice su trayectoria te indica que su cabeza está más dispuesta a satisfacer su ego que a satisfacer las necesidades de sus compatriotas. Por mucha autoestima que uno gaste siempre acaba siendo un pobre hombre. Quizá cuando alcanzamos por fin esa desnudez de cuerpo y alma logramos entonces nuestra verdadera grandeza.

Luego tenemos a los políticos de ‘Podemos’ que gritan y gritan y vuelven a gritar para asustar a todos aquellos que no osan votarles. Como dice el Tenorio, “Cuán gritan esos malditos// pero mal rayo me parta// si en concluyendo esta “campaña”// no pagan caros sus gritos”. Y todo por un puñado de soberbia indisimulada que también sirve para llamar la atención de los afines que empiezan a estar hartos de tantas promesas y pocas certezas. Podemos, al igual que el PSOE, se presenta a esta campaña como si fueran vírgenes de polvo y paja, como si ellos pasaran por ahí, sin ninguna responsabilidad después de cinco años de Gobierno. Hasta la propia Ione Belarra, socia de coalición y de maldición del presidente, pero que no suelta la cartera ni aunque se la roben, acusa a su colega de tropelías Pedro Sánchez de “mentir y engañar haciendo promesas en campaña pero que luego siempre olvida cumplir”. Eso lo piensa y lo dice una socia que se sienta codo con codo en el Consejo de Ministros en Moncloa, que no dirán los ciudadanos después de ver tanta ignominia sin reparos.

“Recuerda que eres mortal”, esta frase no sólo ha de servir para saludar con la mano como si uno pareciera realmente humano, o quisiera fingirlo. Ser mortal es aguantar el chaparrón con buen talante, por ejemplo, en un mitin cuando alguien te pregunta con buenas formas, como le sucedió a Irene Montero, ¿cómo es posible comprarse un gran chalé ganando lo que gana?, que no está mal lo percibido pero no da para tanto casoplón, y además nadie sabe cómo ha conseguido amasar esa jugosa cantidad de dinero.

La cara y los gritos de la ministra Montero, encolerizada todavía, suenan de fondo como su nefasta actitud hacia la señora que se limitó a preguntar lo que no sabía ni está escrito en ningún lugar, y lo que recibió fue una respuesta a voces: que falleció su padre y a cambio recibió parte de la herencia, que invirtió rápidamente en el chollo del chalé de Galapagar. Pero los tremendos gritos desencajados de la ministra Montero dejaron en evidencia que su talante dista mucho de recordar que ella no sólo es un ser mortal, sino que además está obligada a cumplir con la función de una ser-vi-do-ra pú-bli-ca, por mucho que le duela, y además no puede dejar con la palabra en la boca a una ciudadana porque no le gusten sus preguntas. La política, a fin de cuentas, es quizá la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación. Salta a la vista.

También salta a la vista lo que dijo en su día el gran escritor Miguel Delibes: “Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad”. A veces, con demasiada facilidad y muy poca inteligencia.

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