OPINIÓN

Vuelva señor González: los indultos ponen al PSOE contra las cuerdas

Pedro Sánchez y Felipe González
Vuelva señor González: los indultos ponen al PSOE contra las cuerdas. 
EFE
Pedro Sánchez y Felipe González

Los estragos del sanchismo en las filas del PSOE adquieren ya proporciones de zona catastrófica. Hasta el líder de la oposición, Pablo Casado, acaba de decirle a Pedro Sánchez en el Congreso que con el indulto a los golpistas está escribiendo el epitafio del partido socialista constitucional. Veinticinco años después del “Váyase, Señor González”, renace una cierta nostalgia por aquella socialdemocracia de principios y valores constitucionales que murió con Rubalcaba. Hasta la derecha parece nostálgica de adversarios más dignos y a punto de gritar “Vuelva, Señor González”.

Tal vez vuelva, además de aparecer en “El Hormiguero” para descalificar a Sánchez, como un Cid posmoderno, pero encarnado en Susana Díaz, al rescate de un PSOE rehén de separatistas, ultraizquierdistas y proetarras. En contra de lo que suele afirmarse, el socialista no es un partido débil, sino un partido entregado en prenda y fianza por un secretario general sin escrúpulos. El poder es como el agua para los políticos, si falta mueren de sed, pero en exceso los ahoga, y la ambición personal de Sánchez está ahogando a la militancia socialista. Lo comprobaremos en quince días, cuando Juan Espadas, qué buen vasallo si hubiera buen señor, mida sus fuerzas con Susana Díaz y ambos determinen el futuro del sanchismo. Emiliano Page, Fernández Vara, Javier Lambán… velan armas.

De lo que no hay duda es de que Sánchez acaba de quemar las naves de la legislatura y está abriendo nuevas vías de agua en plena tormenta perfecta que forman una pandemia, 120.000 muertos, el hundimiento de la economía, la avalancha migratoria, las colas del hambre, el caos diplomático, la enemistad con el vecino del sur... España es un barco ebrio pilotado por un capitán Ahab aferrado a la ballena blanca del separatismo. Su enfrentamiento con el Tribunal Supremo, que no tiene precedente en el entorno europeo, erosiona gravemente la calidad de nuestra democracia y abre una crisis constitucional sin precedentes. Acusar hasta cuatro veces, desde Bruselas, de vengativos y revanchistas a quienes se oponen al indulto de los golpistas supone darle la razón a los separatistas, que basan su compaña internacional en que España es un Estado fascistoide que odia a Cataluña y ahoga a porrazos sus anhelos de independencia. Los españoles, empezando por el Rey Felipe VI (qué gran ocasión para releer su discurso del 3-0) y siguiendo por los catalanes no independentistas, somos vengativos, revanchistas, franquistas irredentos y enemigos de la concordia. Este es el auténtico discurso que subyace a la retórica sanchita. Puigdemont se siente reivindicado en su fuga y Junqueras paladea el sabor de quienes se sienten por encima de la Ley. Lo volveremos a hacer. Hemos ganado.

Con su auto indulto, Pedro Sánchez emprende una acelerada carrera de la mano de ERC y JxC cuya hoja de ruta ya fue escrita en la moción de censura contra Mariano Rajoy y la consiguiente investidura. Hagamos memoria de las cesiones que se avecinan en la inminente Mesa de negociación: reconocimiento de las aspiraciones nacionales de Cataluña con reflejo expreso en un nuevo Estatuto y en una futura reforma constitucional; Poder Judicial propio de Cataluña, con un Tribunal Superior catalán como última instancia jurisdiccional; presencia de Cataluña en instituciones internacionales como miembro de pleno derecho; rescate, mediante una nueva redacción, de la parte del Estatut que fue anulada por el Tribunal Constitucional, para ser sometida a un referéndum planteado como de autodeterminación. Como guinda del pastel, el Gobierno ofrecerá la creación de una comisión parlamentaria para impulsar una reforma de la Constitución en la que “tengan encaje” las reivindicaciones de los independentistas.

El sanchismo ya tiene chicle político para estirar durante los dos próximos años desde la confortable poltrona del poder. Y le llamarán “concordia nacional” o “refundación democrática” o cualquier otra cosa que se le ocurra al neo lingüista Iván Redondo en una tarde inspirada. Después llegará el diluvio.

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