OPINIÓN

Yolanda Díaz y Óscar Puente: un asunto estridente

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente
Europa Press
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente

Qué les pasa a los ministros del Gobierno de España que están todo el día con la misma palabra vulgar en la boca: “mierda”. Siento haberla escrito y les pido disculpas, pero no es un exabrupto inventado por mí y forzado para llamar la atención, sino que es toda una realidad trágica y verbal -y a lo mejor incluso mental- que ha aparecido públicamente estos días en boca de dos personas que son ministros de España y que deberían medir sus expresiones y sus intenciones. La primera en lanzarla al ruedo y quemarse a lo bonzo fue Yolanda Díaz, que es vicepresidenta del Ejecutivo y hoy día se ha reconvertido, dados sus escasos éxitos electorales, en mediopensionista de Sumar o de Restar, según se mire y según las propias palabras cambiantes de la afectada.

La señora Díaz lo dijo claramente hace unos días, quizá en un arrebato de sinceridad, y aprovechando que estaba en sede parlamentaria. De repente se escuchó un sonoro ¡A la mierda!, mientras ella aplaudía a rabiar las palabras de su jefe, Pedro Sánchez, que tampoco resultaron demasiado edificantes. Aunque el presidente no empleo el término de la vicepresidenta y se dedicó a hablar del famoso “fango”, a zaherir a los rivales e instar a la oposición a que deje de hablar de su mujer, Begoña Gómez, por su imputación por tráfico de influencias.

Este sonoro ¡A la mierda! no está claro si Yolanda Díaz se lo dedicaba a los diputados de la bancada contraria o a los ciudadanos que apenas la han votado en alguna de las elecciones que ha participado últimamente -ni sus paisanos le dieron su apoyo en Galicia-; o, simplemente, era una expresión levantisca que venía a inaugurar su triste futuro y el de sus socios políticos que se están yendo todos ellos a un estrepitoso y elocuente ¡a la mierda! Un territorio escatológico que tarde o temprano puede ocupar también Yolanda Díaz si Pedro Sánchez descubre que ya no le es útil como vicepresidenta.

Pero las palabras mal habladas de algunos ministros del Gobierno no acaban ahí. Hace tres días, Óscar Puente, ¡quién si no!, arremetió en un mensaje en redes sociales contra un periodista, Vito Quiles, informador mezquino y muy cuestionable por su estilo agresivo, pero no por ello convertido en un ser vejado ni humillado por parte de un ofendido ministro de España. Reproduzco el mensaje por si no lo han leído y puedan llegar a sospechar de que exagero: “Te lo voy a volver a explicar, saco de mierda. Ese no es mi coche. Ni oficial ni particular. Y te añado más. Estás difundiendo la matrícula de un vehículo policial. Voy a encargarme personalmente de que lo pagues caro”.

Lo malo de todo esto es que yo no exagero pero el ministro sí, y exagera mucho, tanto que desacredita a su persona, su cargo, su función y su dignidad. Quizá también desacredite su estabilidad emocional. El párrafo del mensaje es textual y apareció el domingo pasado en “X” como respuesta al de Quiles que acusó al ministro de aparcar mal el coche oficial para irse a un concierto de música. El mensaje de Óscar Puente no tiene justificación alguna, y su tono de matón mafioso es impropio de cualquier ser humano y mucho más de un político que representa al Gobierno y a los españoles. Podría decir, y lo digo, que soltar estos insultos es impropio de una persona con dos dedos de frente. La pregunta que surge es clara: ¿Quién nos está gobernando y con qué nivel de integridad?

Un ministro que no se sabe controlar, y menos por escrito, y que parece cualquier cosa salvo un cargo político del PSOE, la emprende a golpes verbales con un vulgar periodista oscuro y mediocre. No es la primera vez ni la segunda que Puente se dedica a vilipendiar a profesionales de la comunicación que no le caen bien. Pero creo que el ministro ya se ha excedido demasiado. Si en todo esto no interviene alguien superior y le obliga a pedir disculpas o a cesar, estaremos cayendo en el lado más oscuro y abyecto del ser humano. Una actitud como esta merece todas las críticas, y merece tener sus consecuencias. Si el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no hace nada será en buena medida responsable de la degradación social que se está implantando en España. Después del Rey, él y no otro representa la máxima autoridad del Estado.

Puede que a Óscar Puente le haga gracia pasar a la historia como el ministro más gamberro y lenguaraz, pero un ser con su capacidad y trayectoria debería aspirar a dejar en los españoles el recuerdo de algunas cuestiones fundamentales y menos chabacanas. Se trata de no buscar enemigos en lugar de rivales, ni culpables en lugar de soluciones, ni pasar el día en la redes sociales mientras su ministerio se resiente. No creo que ese sea su cometido ni tampoco su satisfacción personal. El tiempo pasa rápido y Puente dejará algún día el cargo de ministro, pero el recuerdo de los suyos y no tan suyos seguirá muchos años en la memoria.

Precisamente hoy, 19 de junio, se celebra el décimo aniversario de la proclamación de Felipe VI como rey constitucional de España. Ha pasado una década desde su discurso en el que apelaba a la integridad y a la ética: “Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda la razón que los principios morales y éticos inspiren —y la ejemplaridad presida— nuestra vida pública». Quizá debiéramos aprovechar esta conmemoración para repensar y releer parte del mensaje de 2014 y retomar algunos aspectos fundamentales de la convivencia, subrayando el respeto al que piensa distinto, y desterrando todo tipo de violencia, incluida la verbal y la “ministerial”. Como dijo Platón, que no era rey pero sí filósofo: “Los sabios hablan porque tienen algo que decir. Los tontos porque necesitan decir algo”.

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