OPINIÓN

Yolanda Díaz y el salario del miedo, nunca 15 euros dieron para tanto

Tras forzar la subida del salario mínimo, la ministra comunista de Trabajo es la gran estrella rutilante del nuevo Gobierno, lo que compromete seriamente la agenda reformista  que Bruselas exige a Pedro Sánchez.

Yolanda Díaz es la nueva estrella emergente del Gobierno, lo que supone un desafío para Sánchez en todo lo que resta de legislatura
El salto a la fama de Yolanda Díaz supone toda una prueba de esfuerzo para Pedro Sánchez.
EP
Yolanda Díaz es la nueva estrella emergente del Gobierno, lo que supone un desafío para Sánchez en todo lo que resta de legislatura

El exacerbado debate público sobre la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), aprobado finalmente esta semana en Consejo de Ministros, sólo puede entenderse como la puesta en escena de una inmensa mascarada para mayor gloria de Yolanda Díaz en su lucha de influencia con Nadia Calviño por el control de la política económica. La dirigente de Unidas Podemos, más cercana a los postulados sindicales de Comisiones Obreras que a los doctrinales de Pablo Iglesias, ha doblegado también la resistencia de los empresarios de la CEOE en un primer duelo que puede resultar decisivo con vistas a las negociaciones a cara de perro con los agentes sociales sobre el futuro de la reforma laboral. La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo ha adquirido plena carta de naturaleza dentro del gineceo de Pedro Sánchez y su figura se antoja indispensable en el desarrollo de los grandes asuntos sociales que han de ventilarse estos próximos meses con carácter trascendental para lo que resta de legislatura.

Los 15 euros de miseria añadidos al SMI han provocado una sobreactaución en el mundo neoliberal de los negocios, cuyos representantes de toda índole y condición han tratado incluso de arrimar el ascua del Banco de España a la sardina de sus propios intereses con interpretaciones maniqueas sobre lo que ha dicho y ha dejado de decir Pablo Hernández de Cos al respecto. El gobernador es el dirigente económico que goza probablemente de mayor credibilidad en España dada su independencia de criterio y la claridad de sus argumentaciones frente a los eufemismos y contradicciones con que se manifiestan la mayor parte de los políticos en nuestro país. En su condición de delegado excepcional, a la vez que ejecutivo, del Banco Central Europeo (BCE) sus impresiones están siendo determinantes en la toma de posición de los agentes sociales y eso ha provocado que esta vez algunos hayan intentado tomar el rábano por las hojas.

En el viejo caserón de la Plaza de Cibeles han relativizado a la mínima expresión el incremento del escaso 1,5% con el que se ha decidido ajustar el salario mínimo antes de que termine 2021: “Otra cosa muy diferente fue la subida de hace tres años en casi un 25%; aquello sí que fue de preocupar. Lo de ahora no debe tener mayor repercusión en la recuperación de la economía”, aseguran en el Banco de España. La titular de Trabajo y Economía Social ha encontrado en el instituto emisor y regulador bancario la mejor dispensa para impulsar su particular revolución proletaria que apunta a desafíos mucho más preocupantes para la estabilidad del mercado laboral en España. Yolanda Díaz se ha crecido como juez y parte de las negociaciones entre los agentes sociales y las últimas amenazas de conflictividad callejera esgrimidas por los sindicatos han sido determinantes para poner de su lado al presidente del Gobierno.

El jefe del Ejecutivo ha dado demasiado cuartelillo a su ministra de Trabajo pero ahora necesita neutralizarla ante la supuesta llegada de la segunda remesa de fondos europeos

Sánchez ha entrado en una clara fase de aversión al riego político y no va a asumir ningún coste que pueda alterar su acopio de imagen. Mucho menos después del varapalo que el INE le ha dado a la vicepresidenta Calviño tras recortar en casi dos puntos la estimación erróneamente adelantada de crecimiento para el segundo trimestre. El gozo de la recuperación se ha caído en el pozo de un ‘big data’ macroeconómico que obligará ahora a revisar el sortilegio de las felices previsiones que todo el mundo se venía haciendo con vistas a finales de año. Las albricias y zapatetas del tercer trimestre se enfrentan con la sombra de la duda y el cuarto no parece que vaya a mejorar el paso de las expectativas. Pero mientras Tezanos siga ejerciendo su singular proselitismo con las encuestas del CIS el líder socialista no cambiará un ápice ese rictus complaciente con el que se muestra y ofrece encantado de conocerse.

La escabechina de julio, con el cese de los que se presumían como pesos más pesados del gabinete presidencial, ha laminado el Consejo de Ministros en un intento por erradicar responsabilidades ajenas que todavía están por depurar y de evitar las tensiones internas que han constituido el flanco más débil en estos dos años de coalición. Con la bien mandada Calviño en horas bajas tras el patinazo estadístico, el gran obstáculo que ha de enfrentar a partir de ahora el primer ministro es la irrupción de Yolanda Díaz como verdadero contrapeso podemita frente a la mayoría socialista, dúctil y sumisa, del resto del Gobierno. El inquilino de Moncloa ha dispersado a todos los que podían mirarle con ojos de consideración o que intentaban susurrarle al oído consejos innecesarios y sólo la actitud emergente de la titular de Trabajo puede ahora perturbarle en la cómoda estancia de su torre de marfil palaciega.

Sánchez ha otorgado demasiado cuartelillo a su vicepresidenta, pero ahora necesita neutralizarla dado el momento crítico que supone la llegada de la segunda remesa de los fondos europeos, cerca de 14.000 millones de euros que están condicionados a los grandes compromisos acordados con las instituciones comunitarias en materia laboral. La dirigente comunista puede ser un hueso muy duro de roer porque su empeño abolicionista contra las normas vigentes aprobadas por los gobiernos del PP se robustece con la ambición de quien se sabe promocionada para encabezar una candidatura a las próximas elecciones generales. Yolanda Díaz se siente fuerte y sabe que ha pasado de ser contingente a resultar indispensable como futura cabeza de lista de Unidas Podemos. El jefe del Ejecutivo tendrá que hacérselo mirar para que no se repita en España un episodio parecido al que, salvando las distancias, ha sufrido Angela Merkel con el que durante los últimos años ha sido su ministro de Finanzas, Olaf Scholz.

Yolanda Díaz se siente fuerte y va a desplegar una ofensiva económica y social con el apoyo de los sindicatos que tanto temor despiertan siempre en Pedro Sánchez

Los gobiernos de coalición tienen fecha de caducidad en cuanto que el ambiente electoral condiciona la rutina política y en España la batalla constante y continua en las urnas contamina históricamente los ciclos legislativos imponiendo las estrategias de partido sobre los intereses generales del país. No es que Díaz disponga de prerrogativas equiparables a las que han impulsado al candidato socialdemócrata como favorito a la cancillería de Alemania, pero eso no va a impedir que luche por convalidar su liderazgo en todo el espectro político situado a la izquierda del PSOE. Dicho de otro modo, la ministra va a seguir jugando al ataque como ha hecho con las negociaciones del SMI y con la prórroga de los ERTEs, lo que implicará una carrera a tumba abierta para derogar las leyes laborales de su antecesora Fátima Báñez y evitar que su colega, José Luis Escrivá, pueda caer en la tentación de esos malos pensamientos que le inducen a recortar las pensiones o retrasar la jubilación.

La tensión en el seno del Gobierno se recrudecerá a poco que Bruselas empiece a monitorizar los compromisos reformistas adquiridos por Nadia Calviño. Al presidente no le quedará otra que abordar la partida mediante lo que se considera un juego a la contra, poniendo en marcha una estrategia dilatoria que refrene la ofensiva de su 'influencer' ministra. El presidente es maestro en mandar a la grada los balones que merodean peligrosamente por su área y que no puede disputar porque tampoco tiene una defensa contundente con la que protegerse. Sobre una piedra angular de esta misma naturaleza se edificó el pacto de legislatura que luego quedo supeditado a la gestión sanitaria contra el coronavirus. Ahora que volvemos a la situación de prepandemia Sánchez parece tenerlo claro. Lo mejor o, cuando menos lo más socorrido, será invocar al diálogo social, que todo lo puede, y abrazar a Yolanda Díaz como hizo con Pablo Iglesias para dejar las cosas como están. 

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