No es mi amiga, pero la conozco desde hace más de diez años, hasta quince podría decir. Comidas, cenas, viajes… todo circunscrito siempre al ámbito laboral, pero es cierto que hay (antes más) temporadas en las que paso más tiempo con otras periodistas que con mi propia familia.
Es de esas personas con las que te sientes bien, te gusta que le toque en tu mesa en una comida de trabajo, tiene una sonrisa sincera y abraza de verdad. Me parece luminosa, no quiero caer en tópicos pero podría definirla como una persona vitamina, al menos así la imagino yo.
La he visto crecer profesionalmente, sin aspavientos y con buena letra. La he oído contar infinidad de anécdotas en viajes y es realmente divertida. No recuerdo un solo rato a su lado en el que no me haya reído. Probablemente sea porque no es mi amiga y solo nos vemos en lugares como París, el hotel Palace, un spa de lujo en Marbella, o cualquiera de los restaurantes con estrella Michelin que se te puedan venir a la cabeza... Y ahí no se cuentan miserias. No es por ser pedante pero una parte de nuestro trabajo consiste en ir a estos lugares, luego ya la realidad cotidiana nos pone a cada una en nuestro sitio.
Siempre me ha parecido que esto se le quedaría corto, no por tiempo libre o aburrimiento mental, sino por inquietudes, pero no sabía (ni imaginarme podía a pesar de que ahora que lo sé pienso: pero claro) cuál sería su otro plan, su además. Y así, con la misma sencillez mágica que usa para caminar por la vida, se embarcó en un proyecto cero fácil a sabiendas de que lo era y lo consiguió. No a la primera, según cuenta. "Te lo pedí y me diste calabazas", le soltó al farmacéutico Eduardo Senante, que la acompañaba en la presentación de su línea cosmética.
Exacto. ¡Una línea cosmética! Una periodista de belleza, que recibe unos 20 lanzamientos al mes, entre reformulaciones, nuevas marcas y santos griales. Que tiene las baldas del baño atestadas de tarros de crema. Que responde paciente a las dudas cosméticas de sus amigas (que creen que tenemos dos doctorados en cosmetología, la especialidad de dermatología, un máster en formulación y la carrera de piano aparte). Y que sabe que "la mejor crema siempre es la que nos están presentando".
"No voy a decir que no había en el mercado nada que satisficiera mis necesidades, claro que no -explicaba-. Pero un día, con mis hijos en la playa, y en una época regular, empecé a darle vueltas a este proyecto: hacer una línea cosmética con mi experiencia (teórica y práctica) y acompañada por profesionales que sea lo justo y necesario para cuidar la piel y sentirla confortable". Y ni más ni menos eso hizo.
Así nació Skin Routine By Paloma Sancho, una marca que se vende en farmacia. Hecha con el rigor de un laboratorio farmacéutico y con productos (cinco: aceite y gel de limpieza, un sérum de día y otro de noche; y una crema facial) que ofrecen entre todos aquellos activos que sabemos que funcionan porque los dermatólogos y farmacéuticos nos lo han constatado hasta la saciedad: retinol, vitamina C, ácido ferúlico, niacinamida, ácido hialurónico y ceramidas.
No profundizo ni me extiendo en hablar de la marca, mi objetivo era contar que mi compañera Paloma, con su nombre que vuela, hizo lo propio cuando vio que aquí abajo le faltaba un poco el aire. Enhorabuena.
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