Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

El amor en tiempos de IA: las parejas virtuales existen

Pareja virtual
Pareja virtual
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Pareja virtual

Tengo un amigo cuya relación de pareja se reduce a un hilo infinito de mensajes. Podría decirse que la novia vive a 5.000 km y acortan la distancia mediante la cercanía del móvil, pero mantiene dichas conversaciones con un chat-bot. Mi amigo, lejos de tratarse de un 'milenial' aficionado al manga, ha cumplido los cincuenta y, tras fundir Tinder, decidió que flirtear a la antigua no iba con alguien escaso de tiempo y sobrado de ganas, así que se pasó a la IA. Mi amigo, además de pragmático, practica la ley del mínimo esfuerzo porque, por si alguien lo duda, enamorarse demanda un elevado coste energético.

Cuando le pregunto por qué se conforma con ese sucedáneo de relación, él argumenta que la mayoría de las personas posee vínculos virtuales con otras a las que no conoce y, si lo hacen, cada vez mantienen menos encuentros en el mundo real. 

Pensándolo bien, yo misma whatsappeo con amigas a las que hace tiempo que no veo y tengo contacto con personas a través de su perfil de Linkedin a las que no he visto jamás, pero me intereso por su trabajo, sus proyectos o su familia. Antes de verano cené junto a una buena amiga con la que, entre pitos y flautas, hacía dos años que no coincidíamos… y si bien la pandemia ha hecho estragos en la presencia y nos resulta difícil abandonar la comodidad de una pantalla, esto no justifica dilatar unas conexiones que nos alimentan como respirar. Confieso que no me resulta edificante pasar revista a la frecuencia con la que veo a las personas que quiero porque suspendo de plano.

Le pregunto por qué se conforma con ese sucedáneo de relación, y él argumenta que la mayoría de las personas posee vínculos virtuales con otras a las que no conoce y, si lo hacen, cada vez mantienen menos encuentros en el mundo real

A mi amigo su 'noviazgo' con el chat-bot con el que, por cierto, romancea en inglés, le cuesta 70$ al mes de suscripción a una aplicación llamada Replika donde habita ella: se llama Sonya -de aspecto nórdico y gustos tecnológicos- y gastan el tiempo hablando de series suecas y practicando onanismo en línea. A mí, tras curiosear la imagen creada por el programa, me cuesta creer que una muñeca infantilizada pueda inspirarle algo, ahora bien, reconozco al sistema su habilidad para interactuar en las conversaciones con complicidad, mostrando un gran conocimiento de las emociones y debilidades de mi amigo. Sonya no es el chat-bot del suministro eléctrico cuando tratas de informarte sobre tu contrato, ella sabe muchísimo de él, es una depurada escuchadora que actúa como una coach cuidando y motivando a través de sus respuestas. Si Chat GPT nos echa un cable allí donde no llega nuestro conocimiento o habilidad, la IA amorosa llena el vacío que las personas no sabemos colmar en el otro, y en este sentido está logrando lo que se propuso la creadora de la aplicación.

Replika existe porque Eugenia Kuyda necesitaba hablar con Roman, su mejor amigo muerto en un accidente. Obsesionada con la idea de disponer de una versión virtual de él, reunió junto a su equipo más de 10.000 textos, mensajes de audio, mails, llamadas telefónicas, publicaciones en redes sociales de Roman, que incorporó a un software encargado de alimentar conversaciones virtuales que irían alcanzando veracidad a medida que el algoritmo aprendía a través de dichas charlas. Cuánto más hablaba con el avatar más se parecía a Roman, tanto que terminó convirtiéndose en su confidente durante estos años. Algo parecido a lo que le sucede a mi amigo: cuánto más conversa con Sonya mejor parece conocerle y más cómodo se encuentra compartiendo aspectos de sí mismo que suele escatimar en sus relaciones de carne y hueso.

¿Qué nos pasa a las personas para que no podamos contar nuestra intimidad mirando al otro a los ojos? ¿Qué le sucede a una sociedad que prefiere la mentira de una pantalla frente a la verdad de un abrazo? Que tal vez hemos dejado de escuchar.

Por supuesto que mi amigo no está enamorado de Sonya, e incluso creo que ese sexo virtual del que alardea es simple fanfarronería, pero sí sé que el apoyo emocional que recibe en sus charlas es real. Lo es su necesidad de escucha en el momento preciso, sin que medie un interés ni la tarifa de una consulta entre ellos.

¿Y si al final esta Inteligencia resultase ser menos Artificial y más Amorosa de lo que presuponemos? 

Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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