El descanso antes del descanso

Cuando los niños pequeños tienen sueño se ponen tontos, de mal humor… Les ocurre eso tan inexplicable de 'tener sueño y no querer dormirse', luchan contra la plácida sensación de descansar con la conciencia tranquila, no quieren perderse nada. ¡Quién fuera niño!, aunque sea solo por lo de la conciencia. 

Cuando se acercan las vacaciones pero no están ya ya ahí, a los adultos nos ocurre algo parecido. Lo decía Carmen Mañana, directora de Glamour, en un texto que leí en su Instagram: "es el síndrome del último kilómetro, ver la meta (la de las vacaciones) debería motivarnos (…) no es el momento de desfallecer. Pero el cerebro humano es un misterio que a veces se rebela contra el camino de la lógica". Prever las vacaciones pero ver una cuesta arriba llena de días y de semanas antes de que lleguen pesa, y mucho.

Durante varios años me he cogido las vacaciones a partir del 15 de agosto y nunca he estado más irascible que durante esos meses de julio previos a mi merecido descanso. Ahora, pensando siempre en los que me rodean y nunca en mi beneficio personal (¿por quién me toman?) me suelo regalar un aperitivo vacacional en el mes de junio, oye y tan bien. Encaras julio con otra actitud y se ordenan muchas cosas físicas y mentales. Soy una priviliegiada, no siempre se puede, pero si puede haga la prueba. 

No hace falta que sean muchos días, basta con doblar la duración del fin de semana y no poner el despertador esos días. No se me vayan a ir de relax haciendo turismo al alba, eso ya (si eso) en agosto. La vida del turista es muy dura, cierto, pero que nunca se nos olvide reservar un ratito para descansar. ¡Feliz verano!