Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Slow life

Vida lenta
Vida lenta
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Vida lenta

"Nadie quiere trabajar aquí. Ofrezco 1.500 euros al mes y vivienda gratis, pero no encuentro a quien le interese mi oferta". Me lo comentó este fin de semana la encargada del hotel donde me hospedaba. Derrotada. Tirando la toalla en su intento de llenar de vida una ciudad que pertenece a la injustamente llamadas "España vaciada". El país no se vacía, nosotros lo abandonamos. Nos lo confesó al salir del hotel cuando compartimos con ella lo hermosa que nos había parecido su ciudad.

 Sus palabras me acompañaron hasta el coche. Minutos antes había estado recorriendo calles empedradas flanqueadas por edificios que exhiben con orgullo su historia e iglesias con el único ajetreo de preparar su Semana Santa, me había asomado a un mirador desde el que se contempla un río imponente y lo había hecho disfrutando del silencio, apreciando estos gestos, tan alejados de mi caótica rutina, como un regalo. 

Durante mi paseo fui alimentando la idea de que quienes viven en una ciudad como aquella deben de sentirse privilegiados, sin embargo, la mujer se lamentaba del peso del olvido al que estaban sometidos. Una mentalidad curiosa es aquella que trasciende al prejuicio en el ánimo de comprender de forma genuina al otro, sin presuponer cuál es su pensamiento. Sentada tras el volante pensé que juzgar es la reacción más fácil ante cualquier situación nueva, y la más errada casi siempre.

Quienes no conocemos en profundidad la vida del otro caemos en criticarla o cubrirla con un halo romántico; así nos pasa con la vida campestre, a la que tachamos de bucólica olvidándonos de las boñigas de las vacas o de los fríos invernales. La única vacuna contra las etiquetas mentales son las preguntas nacidas con el interés auténtico de conocer qué nos responde la otra persona, y cocinadas a fuego lento de la escucha.

Vida campestre
¿Y si vivir en el campo fuera la solución?
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Si preguntamos a quienes eligen vivir en un lugar apartado del centro, pero conectado con la ciudad a apenas dos horas en tren, por qué lo han hecho, es probable que respondan que eligen el aleteo de los pájaros frente al ruido del tráfico, el estrés y la contaminación. Que prefieren habitar unas paredes de piedra que cuesta calentar en lugar de hacerlo en espacios indignos en los que sus ingresos se pierden por el sumidero del alquiler. Que han elegido que sus hijos crezcan en la naturaleza en lugar de hacerlo en el asfalto. 

Que prefieren habitar unas paredes de piedra que cuesta calentar en lugar de hacerlo en espacios indignos en los que sus ingresos se pierden por el sumidero del alquiler

¿Por qué no hay más personas que responden así? ¿Qué hacemos con nuestra vida para alejarla del ritmo lento al que invitan lugares como este?, me pregunté una y otra vez mientras el centro histórico se difuminaba a mi espalda. Carl Honoré denomina 'slow life' al estado natural en el disfrutamos cada instante con una consciencia plena, sin precipitarlo, prestando atención plena a cada una de nuestras acciones e invitando a nuestros sentidos a fluir en ellas. 

En Zamora, la ciudad que visité estos días, es fácil conectarnos con la vida lenta. En un rincón de Zamora siguen esperando a quien desee trabajar y vivir en ella.

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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