A Marta le apasionan los colores. Lo entiendo, la vida instalada en los grises es muy pobre. También los retos. Y torear los noes como si fuesen miuras. Cuenta que antes de que su idea de una marca cosmética vendida en farmacias prosperara y naciera MIA Cosmetics Paris, arrastraba un maletín de muestras con los esmaltes pegados en él de manera que al abrirlo se desplegaban como una flor y el 'efecto guau' deslumbraba al posible comprador. Ni aun así lograba un sí, pero ni la negativa ni el peso del maletín le comieron la moral.
Marta Moya posee un ingrediente casi mágico para una emprendedora. ¿Qué hace que el emprendimiento pase de los deseos a los hechos consumados? Seguro que conocerás a personas con ideas geniales que nunca fructifican, el 47% de los y las emprendedoras abandonan su propósito el primer año y solo el 35% mantiene su empresa pasados cinco, en cambio, otras que son capaces de impulsar un proyecto y luego otro con tesón y éxito.
En una investigación realizada por varias universidades españolas comprobaron que ese impulso de sacar adelante una propuesta y convertirla en una empresa necesita de una variable que modere el esfuerzo y lo dirija en positivo, y esta es la curiosidad.
El impulso de sacar adelante una propuesta y convertirla en una empresa necesita de una variable que modere el esfuerzo y lo dirija en positivo.
Marta y yo nos conocimos gracias a la curiosidad de una amiga común cuyo interés por los demás funciona como un radar: siempre está rastreando personas interesantes a las que pueda conectar. Precisamente la curiosidad social es una dimensión de la misma que facilita crear conexiones genuinas con los demás, y nos acerca a ellos sin más finalidad que disfrutar del contacto humano. Lo que nuestras abuelas llamaban don de gentes, que no debe de confundirse con 'networking'.
Acercarnos a una desconocida sin expectativas es formidable, lo es conversar sin más foco que descubrirla. Eso nos sucedió a Marta y a mí en nuestro café virtual, en el que supe cómo había abandonado un trabajo como ejecutiva en Inditex para crear el embrión de su propia firma cosmética tan sostenible, que soñaba que se adquiriera en farmacias. Un mercado copado por marcas tradicionales de gran prestigio, debieron decirle para quitarle la idea; entonces Marta Moya se inventó el famoso maletín y empezó a visitar farmacias cual vendedora ambulante. El impulso emprendedor buscó la vía para enraizar. Ahora MIA se distribuye en más de 3.000 establecimientos, además de Europa, Oriente Medio y Latam. Por curiosidad, ¿cuál será el esmalte estrella? Aquí y en Dubai, siempre triunfa el rojo.
Conozco bastantes emprendedoras y, además del gen que parecen trasladar a sus hijos -el niño de Marta ha creado una marca de canicas decoradas que vende a través de Amazon y su hija escribe libros infantiles junto a Marta-, me llama la atención que no se conformen con un primer proyecto. Siempre están dando vueltas al siguiente reto. Explorando siempre. Quizá sacar adelante ideas brillantes se convierta en una suerte de adición de la que cuesta desengancharse.
Me llama la atención que las emprendedoras no se conformen con un primer proyecto.
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