Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Dios salve a mi reina

Johnny Rotten y Nora Foster
Johnny Rotten y Nora Forster
Getty Images
Johnny Rotten y Nora Foster

En enero de este año, Johnny Rotten participó en la selección de Eurovisión con una canción llamada Hawái. Lo hizo junto a su grupo Public Image LtD, no los viejunos Sex Pistols con los que se diera a conocer y, como el tema era un truño, no pasó la eliminatoria. Si ignoras quién es Johnny Rotten imagínate una versión 'british' y punk de Ramoncín, que triunfaba por los 70/80 del siglo pasado cantando God save the Queen. En la actualidad, Johnny es un asiduo de programas de telerrealidad en la BBC y sigue teniendo su cuota de fama.

Hace unos días su mujer, Nora Forster, falleció a los ochenta años tras casi cincuenta juntos, y él ha explicitado su dolor en las redes sociales con frases como "no puedo vivir sin ella; no tiene sentido". Entonces ese personaje que no me caía especialmente simpático, ha despertado mi curiosidad. Johnny y Nora se conocieron en los años 70 en la tienda de Vivian Westwood y fue la diseñadora quien sugirió a la mujer que se mantuviera alejada de un tipo poco recomendable, muy bronco y bastante más joven que ella. Visto lo visto, el amor, además de tozudo, es impredecible. Cinco años atrás a Nora le diagnosticaron Alzheimer y su marido ha cuidado de ella hasta la muerte, de hecho, le escribió ese Hawái con el que no ha pasado la criba en Eurovisión.

Nora Forster y Johnny Rotten en 1986
Nora Forster y Johnny Rotten en 1986
Redferns

Suelo comentar que el amor es un ejercicio de curiosidad hacia el ser querido y que es saludable mantener cierto grado de incertidumbre, pues conocer todo del otro puede darnos tranquilidad, pero terminará aburriéndonos. Cualquiera sabe cómo atrajo un joven subversivo, mal encarado y a la postre feo, a una bella mujer de buena familia y un atractivo círculo de amistades, pero descubrieran lo que descubrieran el uno en el otro, les dejó pegados durante más de cuarenta años.

Tratar de averiguar por qué se enamoran las personas es difícil y al tiempo retador. A veces intento comprender qué necesidad alimenta o se proyecta en el otro para que dos seres humanos que, en apariencia, son agua y aceite formen la más fuerte de las amalgamas. Si eliminamos los tópicos en aquellas parejas a las que juzgamos a priori, nos sorprendería la sólida naturaleza de su amor.

Cuando vivía con mis padres, siendo adolescente, una pareja del barrio llamaba mi atención. El matrimonio no tenía hijos e iban siempre juntos. Él era un hombre con determinación y ella una mujer apocada, a la que le costaba tomar la iniciativa, tanto que el marido llevaba la intendencia de la casa. Recuerdo haber visto en la mercería cómo adquiría la ropa interior femenina, y no es que eligiera prendas sofisticadas, sino una lencería vulgar y poco sexy que ella aceptaba cabizbaja. Por aquel entonces empecé a especular que mantendrían una relación tormentosa. ¿Por qué la mujer se deja mangonear así? ¿Acaso él le prohibía opinar?

Durante un tiempo dejé de ver a la pareja hasta que un día, de repente, me topé con la mujer en la mercería, a la que descubrí con ojos llorosos mientras charlaba con la tendera. Mi cabeza me dijo que se habría decidido a abandonar al hombre, pero cuál fue mi sorpresa cuando escuché algo parecido a esto: "Sin él la vida es muy difícil. Le animaba a que tomase todas las decisiones porque confiaba en su criterio. ¿Qué va a ser ahora que mi marido ha muerto? Ni siquiera sé elegir unas bragas sola".

Necesitamos una curiosidad genuina desprovista de juicios para entender el amor que se profesan otras personas, ya que nuestra propia experiencia no deja de ser una opinión subjetiva nacida del cliché. Y mucha curiosidad mutua para mantener alto el grado de incertidumbre que requiere un amor sano. Quizá fuese eso lo que mantuvo tan unidos a un cantante punk trasnochado y a una señora a la que él consideró siempre su Reina.

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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