De todas las preguntas que nos hacemos a lo largo de nuestra vida, las más importantes empiezan por ''para qué''. Puede que nos obsesionen los ''porqués'', pero cuando no encontramos la razón de un hecho, el para qué lo dota de sentido. Sin embargo, tememos a las preguntas como a la báscula en verano, porque ambas no mienten.
Por ejemplo, quizá sea difícil comprender por qué te has caído por la escalera y te has hecho un esguince que ha truncado tu plan de viajar el fin de semana, salvo que te dejes arrastrar por la culpa –''no tenía que haber ido tan deprisa y menos con mil cosas entre las manos; soy un desastre''-, pero si te interrogas qué sentido tiene este frenazo, para qué te sirve, comprenderás que necesitas más descanso y autocuidado y, a lo mejor, la idea de viajar cuando estás tan agotada no era la mejor. La experiencia demuestra que los ''paraqués'' de las decisiones que tomamos ilustran con claridad y congruencia nuestros actos, que se llenan así de significado.
Hay momentos en que estamos tan desconectadas de nosotras mismas que nos saltamos las señales, las del cuerpo y las del alma
Hace unos días se acercó a mí Cristina, quien se presentó como directora de un colegio en el que llevaba diez años. Su trabajo le apasionaba y cuidar del hijo que había nacido durante este periodo también, por ello, cuando el niño empezó a reclamarle más atención, ella se sintió culpable y la pregunta que se hacía una y otra vez era, ¿qué puedo hacer para que mi hijo se sienta bien y yo pueda seguir desempeñando un trabajo que me apasiona? Me lanzó dicha pregunta, pero yo no podía revelarle la respuesta.
Cristina estaba errando en la cuestión, por eso nunca resolvería su enigma. ''¿Y si te preguntas para qué desempeñas tu trabajo? ¿Cuál es tu misión al realizarlo?''. Durante unos segundos me miró absorta y, a continuación, me abrazó emocionada. Había comprendido que su forma de impactar en la vida no se limitaba al tiempo que pasaba con su hijo, sino a la huella que dejaba en las decenas de niños y niñas de un colegio con un aprendizaje modélico. Podría haber resuelto que no había una misión tras su empleo, que tenía solo un carácter alimenticio, pero su abrazo no decía eso. Hay momentos en que estamos tan desconectadas de nosotras mismas que nos saltamos las señales, las del cuerpo y las del alma.
¿Qué es lo que harías si tuvieras todo el tiempo y el dinero del mundo?
Entonces, ''¿cómo sé cuál es mi propósito?''. Si alguien te asegura que puede averiguarlo por ti se equivoca, pues algo tan íntimo requiere introspección y un abordaje personal imposible de delegar. Puede que no llegues a él con la misma facilidad de Cristina, pero, en cualquier caso, necesitarás formularte preguntas, decenas de preguntas para obtener la máxima información sobre ti misma y tu relación con lo que te rodea, aunque existe una muy elemental que es una buena forma de empezar: ¿estarías dispuesta a transformar profundamente tu vida ahora? ¿A acometer un cambio de 180° que requiere valor, serenidad, flexibilidad y grandes dotes de curiosidad?
Si tu respuesta es afirmativa, entonces lee y medita. Todo lo que caiga en tus manos. Desde la filosofía tradicional hasta textos de espiritualidad oriental. Observa y medita para escuchar tu voz interior. Y acto seguido, para seguir avanzando por ese camino, hay dos preguntas que debes plantear a tu yo interior en cuanto te sientas preparada:
- ¿Qué es lo que harías si tuvieras todo el tiempo y el dinero del mundo?
- ¿Qué es lo que haces por ti mismo sin necesidad de que compadezcan otros y te hace plenamente feliz?
Ojo que aquí no caben respuestas racionales, sino que debe contestar tu curiosidad intuitiva. La intuición activa cuestiones como quién soy, cuál es mi propósito y cómo desempeñarlo. En el momento en que lo abraces desde tu ser, habrás despertado. Como Cristina.
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