Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Hablo para cuidarte

Paula Echevarría
Paula Echevarría
GTRES
Paula Echevarría

He leído un titular raro de Paula Echevarría, pero como los titulares no siempre obedecen a la esencia de la entrevista, ni representan lo que el entrevistado/a desea trasladar, lo repetiré como si no fuera suyo, como si tú o yo dijésemos "No quiero soltar algo por mi boca y que alguien cambie su forma de pensar" -este es-, y acto seguido diéramos vueltas a la frase porque no nos suena bien.

Es casi una ley universal que en nuestros intercambios las personas dejamos siempre alguna huella en los demás. Hablar es influir. Guardar silencio también. Conversar es el modo en que nos descubrimos al otro. Comunicarnos implica conectar, o desconectar si la comunicación no cuidase de la persona. Cualquier acción humana impacta, por breve e insustancial que sea. Por ejemplo, entras en un taxi, charlas unas frases y al salir, aunque no lo creas, has dejado algo en quien conduce: quizá tus palabras le hayan servido para continuar con ánimo, hayan despertado un temor dormido o le han recordado a un familiar. Puede que no hablaras, pero, por el olor a tabaco de tu ropa, se ha dicho que lleva ya 5 años sin coger un cigarrillo. O te ha visto con una bolsa de Zara y ha pensado "¡Aún me quedan regalos de Navidad pendientes!".

Ningún contacto es inocuo pues, aunque no nos fijemos, aunque nuestra atención esté en otra cosa, el subconsciente lo archiva. Entenderlo nos lleva a adquirir mayor responsabilidad respecto de lo que compartimos con los demás y, de este modo, nos esforzaremos por trasladar valores positivos que puedan inspirar, en lugar de sembrar de piedras el camino del otro, que es lo que hace un reiterado lenguaje de queja y carencia. La certeza de que nuestra conducta o nuestras reflexiones puedan empujar a un cambio de mentalidad en otra persona más alineada con la apertura, la empatía, el entendimiento y la tolerancia, debería de darnos fuerza. Ahora bien, el poder de influir está a disposición de todos esos valores que construyen espacios de calidez y cuidado, no lo contrario. A mí me gusta soltar cosas por mi boca y que quien las lea o las escuche se haga preguntas que inviten a plantearse las cosas de otra manera. Todo es revisable. Todo aquello que creemos inamovible puede ser contemplado desde otro ángulo, ¿por qué no? Esa es la esencia de una mentalidad curiosa.

A mí me gusta soltar cosas por mi boca y que quien las lea o las escuche se haga preguntas que inviten a plantearse las cosas de otra manera.

Adquirir consciencia del poder de los mensajes nos lleva a preguntarnos qué huella nos dejan las noticias negativas, llenas de miedos alarmistas, o los insultos que se dedican a diario los políticos. ¿Nos afectan? ¿Impactan en nosotras? Por descontado. Una comunicación cargada de negatividad no solo por polariza y crispa la sociedad, sino que corroe nuestra salud ya que crecen las emociones negativas que alimentan el estrés crónico.

A causa del estrés crónico nuestro cerebro vive siempre en modo amenaza, lo que provoca que se alteren las estructuras cerebrales y sus funciones, como la concentración o la toma de decisiones. En 2006 neurocientíficos de la Universidad de Rockefeller (Nueva York) estudiaron el cerebro de ratas a las que habían mantenido inmóviles durante 6 horas diarias, 21 días. Pasado este tiempo, el número de neuronas en la corteza prefrontal y la longitud de sus ramificaciones había disminuido respecto de los animales que podían moverse en libertad. Ahora bien, cuando las ratas pasan 3 horas -bastan solo 3 horas- en un ambiente enriquecido, dejan de sentirse amenazadas; cuando se les despierta la curiosidad para explorar y descubrir, modifican sus áreas cerebrales. A nosotros nos sucede igual. Si mantenemos una comunicación empática, que escuche a la otra persona y le traslade calidez, nuestro cerebro lo agradece y también el de quien nos escucha.

Por tanto, abro mucho la boca a ver si con suerte logro que alguien cambié su negativa forma de pensar.

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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