¿Eres buena o mala madre? La maternidad sale del armario con sus luces y sus sombras

Baby girl standing on her mother feet isolated over white background
"Las madres no cabemos en etiquetas. No existen las buenas madres. Ni las malas madres", explica la psicóloga Paola Roig.
Aldo Murillo
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Ideales románticos, aspectos silenciados y conceptos nocivos son algunos de los aspectos contra los que cada vez más madres se rebelan. ¿Existen las malas madres? ¿Ha dado de lado el feminismo a la maternidad?

“Ser madre es experimentar una transformación profunda”, asegura Andrea Ros, autora de ‘¡Que hablen las madres! Lo hago como madremente puedo’ (Destino). El auge de las madres imperfectas se debe precisamente a que los relatos ahora los narran las mujeres, un cambio ha traído consigo un aluvión de series, películas y libros que hablan de la maternidad desde un ángulo diferente al que hasta ahora había imperado en el discurso tradicional.

Maternidad que no nos representa

La transformación del relato era primordial para gozar de una maternidad más liberadora, como señala la Psicóloga y Psicoterapeuta Paola Roig-Gironella, autora de ‘Madre: escúchate, compréndete y date lo que necesitas’ (Bruguera). “Muchas madres sentimos que en realidad no se nos está nombrando y narrando. Son muchas las ideas y tópicos que se han reforzado. Empezando por partos que parecen películas del terror. Lactancias que van según horarios. Pospartos con cuerpos que no se ajustan a la realidad. Prisas por volver a ser como antes (como si eso fuese posible). Por suerte, cada vez más, las mujeres, las madres, estamos tomando la voz. El micrófono. Y estamos pudiendo poner palabras e imágenes a todo eso que nos fue arrebatado”, explica.

Como señala Andrea Ros, es necesario ahondar en la cara B de la historia de la experiencia materna, en la que no pueden ocultarse las sombras los ahogos y los tabús. “Si hay que hablar de maternidad, que hablen las madres”, asegura. Le preguntamos qué estereotipos cree que se están derrumbando gracias a la cantidad de libros que hablan no de la maternidad, sino de maternidades. “Que las madres no somos seres de luz, que nos pasan cosas y eso que nos pasa nos lleva a sentir y necesitar cosas concretas que nunca han sido nombradas. Por fin empezamos a entender, gracias a esos libros, que no somos nosotras las que estamos al servicio del bebé, sino que debemos ser nosotras el centro de la cuestión. Solo desde ahí podremos cuidar con calidad”, explica.

La gran vencedora del festival de Málaga fue ‘Cinco Lobitos’, un retrato sobre la maternidad carente de filtros y edulcorantes. Alauda Ruiz de Azúa habla de la crisis de identidad que asalta a cada miembro de la familia ante el nacimiento de un bebé. Para hacerlo, habló con su familia y con diferentes madres hasta dar con un relato universal sobre todo lo que rodea a una maternidad que en el cine ha sido, en demasiados casos, romantizada.

Maternidad(es)

Por su parte Marga Durá, autora de ‘Guía para madres rebeldes’ (Griijalbo), un libro para futuras madres que aspiran a que el bebé no las cambie del todo, ve interesante que cada vez se pueda hablar más de diferentes maternidades al margen de un pensamiento único, como ocurría antaño. “Antes te imponían una forma no solo de actuar, sino también de sentir. Todos los clichés que entran en la intimidad, que te hacen sentir rara si no tienes un estado de ánimo concreto, son peligrosísimos y muy tóxicos. Pero también reconozco que me da miedo que la amplificación de conceptos de maternidad, por llamarlos de algún modo, nos lleve a lidiar con diferentes pensamientos únicos. Hay algo muy visceral en la maternidad. Nos llena de dudas a nivel interno y de algún modo parece que las superemos con actitudes y opiniones muy inquebrantables a nivel externo. Y al final, deberíamos optar por el “vive y deja vivir”, que es lo más difícil”, explica la novelista.

La psicóloga y psicoterapeuta Paola Roig apunta que a las madres siempre se las divide en bloques, en etiquetas, una idea que considera simplista y mal entendida. “Las madres no cabemos en etiquetas. No existen las buenas madres. Ni las malas madres. Existimos madres que hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Que aprendemos. Que crecemos. Y eso no cabe en etiquetas. No cabe en ideales. El proceso de cada una es particular y propio y no puede reducirse a un simple concepto. Las madres hemos de estar juntas en esto. Porque, además, aunque cada experiencia es distinta, hay algo que entendemos las unas de las otras. Algo que captamos. Y eso debería pesar mucho más que todo lo demás”, sentencia. 

Existimos madres que hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Que aprendemos. Que crecemos.

“Creo que el lenguaje es poderoso y a lo que llamamos malas madres no son malas madres en realidad. Una mujer que se valora, que se pone en el centro, se cuida, sale con sus amigas, practica sexo, bebe y goza de la vida como mujer más allá de sus obligaciones de madre no es una mala madre, es una mujer libre y cuidándose así será aún mejor madre”, matiza Andrea Ros.

En este campo, Marga Durá teme que las madres crean haber ganado libertad por poderse definir como el tipo de madre que quieren, mientras que la libertad real es no tener que hacerlo. “¿Qué tipo de amiga soy? ¿Qué tipo de trabajadora? ¿Qué tipo de pareja? De estas cuestiones no hacemos bandera, no vamos definiéndonos a nosotras mismas por ellas. En cambio, con la maternidad hay algo que nos lleva a sentar cátedra, a exponernos con un concepto externo del que acabamos siendo prisioneras. Pero porque nosotras mismas nos hemos metido en este berenjenal”, advierte. Nos nos definamos y asumamos que la maternidad no siempre es como la pinta la influencer danesa Pernille Teisbaek, seguro que ella tiene malos días... pero no nos los enseña.

El trabajo y la maternidad

Esther Vivas explica por qué la maternidad ha de ser feminista o no será en un directo desde su perfil de Instagram. “El relato del feminismo ha de disputar al patriarcado la maternidad, porque los sectores conservadores dicen defenderla, pero lo hacen desde una maternidad en la que no podemos decidir sobre nuestro cuerpo, donde la mujer solo puede ser madre y solo ha de ser la responsable de cuidar. Esta maternidad no nos representa, pues la maternidad implica que decidimos sobre nuestros cuerpos, elegimos cuándo vamos a ser madres, cómo vamos a dar a luz… Si la maternidad no es feminista, hablamos de una maternidad impuesta, no deseada. Para que la maternidad sea gozosa ha de tener derechos y ser libre, ajena a ser juzgada constantemente y a ser discriminada en el empleo. Tan solo el feminismo puede defender esta maternidad con derechos y libre de violencia”, asegura.

Sin embargo, podríamos hablar de la maternidad como uno de los terrenos en los que el feminismo no ha logrado sus mayores avances, pues las madres terminan siendo explotadas, ignoradas o condenadas a sentirse de forma permanente culpables. En ‘Más que una mujer’ (Anagrama), Caitlin Moran da un consejo radical a las madres trabajadoras: que hagan campaña para lograr un cambio sistemático. “Necesitamos alguna iniciativa gubernamental que se ocupe de los detalles prácticos del cuidado de los hijos, y un plan muy sencillo consistiría en permitir que el progenitor que trabaje le pagara al progenitor que no trabaja un sueldo por el cuidado de los hijos, que todo el importe de ese sueldo fuerza desgravable de los impuestos”, escribe. Explica que cuando se convirtió en un personaje mediático, se dio cuenta de que la gente sabe cómo lograr bonificaciones por su trabajo, pero no conocía a ninguna petición del tipo: “¿Y los niños? ¿Por qué no podemos exigir que nos paguen por el cuidado de los niños?”.

Trabajos no reconocidos ni remunerados

La Asociación ‘Yo No Renuncio’, del Club de Malasmadres, la entidad sin ánimo de lucro que lucha por mejorar la conciliación y la corresponsabilidad en España, señala en un estudio que el 22% de las mujeres han renunciado del todo o parte de su trabajo durante el último año para cuidar de sus hijos. De acuerdo con la Agenda 2030, el logro de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas se encuentra entre los principales objetivos, entre los que se encuentra reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados.

No solo el apoyo gubernamental es esencial, sino que es importante recordar cómo desde la ficción hasta las redes sociales han cultivado el ideal de madre entregada que es feliz anulando su identidad para ser una sirvienta. Como escribe Andrea Ros en su libro, aunque seamos conscientes de que se trata de un relato idealizado, falso y romantizado, es el que se anhela en el embarazo… “Y el batacazo que nos pegamos cuando llegamos a la maternidad y nada es como nos lo habían contado es de dimensiones épicas”, advierte. La maternidad penaliza a las mujeres en el mercado laboral, por lo que el problema, lejos de ser maternal, se encuentra en ese mercado.

Aspectos de la maternidad ‘muteados’

Esther Vivas, autora de ‘Mamá desobediente’ (Capitán Swing), habla en su libro de las consecuencias que el mencionado ideal romántico tiene para las madres, que han escondido sus sentimientos tras la llamada máscara de la maternidad. Por eso, impulsa a hablar de la realidad de la maternidad al margen de esos aspectos que la sociedad ha silenciado. Paola Roig no duda en explicar por qué cree que el embarazo, el parto y el postparto han sido muteados. “Son cosas que nos atañen a las mujeres, que suceden en nuestros cuerpos y nuestras mentes, y como tales, han sido silenciadas durante toda la historia. No ha importado lo que nosotras vivimos y transitamos. No se ha hecho público. No ha sido tenido en cuenta. No es casual que haya tantísima literatura escrita sobre el final de la vida y tan poca sobre el inicio. Ambas son experiencias universales. Pero la segunda sucede en nosotras, y al ser una experiencia femenina, no ha interesado escribir y divulgar al respecto”, explica. 

Andrea Ros cree que se silencia lo que ocurre a las madres… En concreto y en general. “Se silencia su sentir. Me fascina que no se conozca socialmente el cambio psíquico y emocional que se atraviesa. No puedo entender cómo no se estudia en el colegio lo que implica la 'matrescencia'. Tanto que sabemos de la adolescencia… Deberíamos también conocer, a nivel social, lo que implica convertirse en madre”, asegura.

Sentido común

Como broche, Marga Durá comparte con nosotras una interesante reflexión. “Hasta que no aceptemos que ser madre no es una definición, sino un hecho biológico, no tendremos la libertad que buscamos, ya sea pintándonos como madres imperfectas o entregadas. Tal vez deberíamos dejar de darle tanta importancia al hecho de “ser madre” y hablar de “tener un hijo”. “Ser” es demasiado definitorio, y eso nos lleva a un debate que a veces puede ser un poco opresivo. Yo ahora mismo no sé qué tipo de madre soy y espero seguir sin saberlo hasta la mayoría de edad de mi hijo. He sido muchas en mi mente y seguramente, no he sido ninguna a la vez. Y ahora creo que cuanto menos me defina (cosa que es muy difícil) más cerca estaré de ser libre y llevarlo de una forma más liviana. Al final, ser madre debería ser una cuestión de sentido común”. 

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