Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Las astronautas son de pueblo

Penélope Cruz en los premios Goya 2024
Penélope Cruz en los premios Goya 2024
Getty
Penélope Cruz en los premios Goya 2024

Me gusta preguntar a quienes han alcanzado determinados logros profesionales o vitales, cómo se imaginaban su futuro siendo niños o niñas. En algún caso han reproducido sus sueños y en otros, estos quedaron en el recuerdo, pero es común reconocer que aquello que planeaban en la infancia lo imaginaban, no como algo inalcanzable, sino plausible, otra cosa es que la vida después escriba con mala letra. La imaginación infantil tiene una clase de certeza que me impresiona: Penélope Cruz ensayaba discursos en los Oscars frente al espejo del cuarto de baño, y ahí la tienes.

Aquello que llama nuestra atención infantil es el germen de lo que podremos alcanzar de adultas. Avelino Corma, no es que soñara con el Premio Príncipe de Asturias -que, por cierto, recibió en 2014-, pero sí quería entender las reglas de la naturaleza y siendo un renacuajo, a los seis años, ayudaba a su padre, agricultor, a sembrar la tierra en el pequeño pueblo valenciano donde vivían. Por entonces, Avelino solía acribillarle a preguntas. 

"Si quieres que salga una planta de tomate, ¿por qué pones cuatro semillas?", y el padre aclaraba que depositaba varias porque no todas germinan. "¿Y por qué en un sitio pones tres y en otro, cuatro?", insistía Avelino, hasta que su padre, dotado de amorosa paciencia, devolvía el brete preguntando algo al niño por ver si había aprendido la lección. Avelino asegura que, de aquella curiosidad, nació su pasión por estudiar química y continuar haciéndose preguntas, que ha canalizado en la investigación, siendo uno de los científicos con mayor influencia mundial: posee más de 200 patentes y ha sido nombrado Inventor Europeo 2023.

Avelino Corma
Avelino Corma, premio al Inventor Europeo 2023 de la OEP.
LUIS CERDEIRA (OEP)

La creatividad humana se inicia con una pregunta que no tiene por qué ser sofisticada, todo lo contrario; en los niños de campo esta tesis se cumple muy bien, de hecho, preguntan mejor que los de ciudad. El pueblo conecta con la naturaleza y con las cosas esenciales de la vida. Existe una conexión telúrica con la esencia de lo que somos lejos de lo que hacemos.

Hace unos días he conocido a la directora de la Oficina de Espacio y Sociedad de la Agencia Espacial Española (contar con una agencia espacial y no tener cohetes es muy random); se llama Eva Villaver y me ha contado que de niña le apasionaba mirar el cielo estrellado en el pueblo de Castilla-León donde veraneaba. Cada noche esperaba que los mayores se quedasen dormidos y ella sacaba una silla a la calle para encaramarse y mirar las estrellas. 

Eva Villaver
Eva Villaver
Instagram

Me ha recordado lo que suele explicar Sara García, la primera astronauta española, también una niña rural que miraba el cielo diciéndose a sí misma "algún día saldré al espacio y pisaré la luna". Anda cerca de lograrlo. Ambas, en sus pueblos, contaban estrellas preguntándose qué habría en su superficie. Las dibujaban con los dedos trazando constelaciones inventadas. Soñaban con lo que el futuro les traería enfocadas en el "qué" y dejando que el destino respondiera al "cómo".

La primera astronauta española, Sara García, en el pódcast 'Lo que tú digas'.
La primera astronauta española, Sara García, en el pódcast 'Lo que tú digas'.
Lo que tú digas / Youtube

Los niños de ciudad miran poco el cielo, en cambio buscan estrellas en el universo de TikTok. Puede que la contaminación lumínica se las escatime y puede que terminen encorvados de tanto bajar la cabeza, pero si desean ser biólogos tendrán que pisar barro tras la tormenta y observar cómo salen las hormigas de sus escondrijos a buscar alimento; si su sueño es ser químicos o químicas les conviene mezclar bicarbonato con aguarrás y glicerina a ver qué pasa; si anhelan ser astrónomos o astrofísicas o astronautas, habrá que amar el cielo estrellado que les regala el campo. Y sentirse de pueblo. 

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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