![Rosas](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/files/fp/uploads/imagenes/2024/03/05/rosas-1.r_d.1520-1410-2136.jpeg)
A Rosita le hubiera gustado estudiar medicina, compartir su vocación en un aula universitaria junto a otros jóvenes, y descubrir el mundo a los veinte. A ella quizá le hubiera gustado ser Rosa a secas, nombre de cuatro letras y mucha ciencia tras él, pero terminó estudiando magisterio sin atraerle la enseñanza. Sus ganas de aprender no pudieron salir de aquel edificio donde había pasado de niña a adolescente; cursó la carrera en el colegio de monjas. "Mis padres no me dejaron acudir a la universidad de Alicante, la Normal, y tuve que presentarme a los exámenes libres gracias a que las monjas me enseñaban lo que podían".
Me lo cuenta a sus 82 años bien aprovechados, sin amargura, cierto, pero con el asentimiento de quien sabe que contra gigantes no se puede luchar. Su relato demuestra que no debemos dejar de agradecer a las mujeres que nos antecedieron su esfuerzo por allanarnos el camino. Si cruzamos puertas es porque ellas las abrieron antes o, por lo menos, golpearon sobre los goznes para debilitarlos.
Llega un nuevo 8 de marzo, Día de la Mujer, que sugiere indagar cómo fue la vida de aquellas mujeres que se convirtieron, por el peso de la costumbre, en abuelas, madres o tías, pero antes de eso, o al tiempo, consolidaron el feminismo sin cargar de ideología la palabra. Reivindicando un hueco natural lejos de etiquetas.
![Tía Rosita](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_auto/uploads/imagenes/2024/03/05/tia-rosita.jpeg)
Las barreras de Rosita no desaparecen al tener el título en su mano, qué va. Surge otro vía crucis queriendo optar a una plaza por oposición. "Pero, ¿cómo se va a ir la niña por esos pueblos de Dios? Lo mismo le toca el Norte y no la vemos en un año". Las maestras rodaban el oficio donde tocase hasta elegir plaza, por lo que su primer trabajo fue en el mismo colegio de monjas en el que se había educado. Si echaba la vista atrás, se veía entrando en aquellas aulas con calcetines y ahora, con medias. La vida desde otro ángulo, pero en el mismo espacio que se conocía de memoria.
Las Rosas que en los años sesenta reclamaban una voz propia, lo hacían en susurros para no incomodar porque, si bien España empezaba a desperezarse, sucedía a varias velocidades… según donde te tocaba nacer. Algunos hombres recogieron la voz femenina, como el marido de Rosita quien le ayudó a convertirse en procuradora de los tribunales, oficio que desempeñó hasta su reciente jubilación. Rosita se ha apeado de la nómina pero no del aprendizaje, por ello, su mayor inquietud ahora es seguir practicándolo.
![Tía Rosita](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_auto/uploads/imagenes/2024/03/05/tia-rosita-1.jpeg)
Tú, como yo, conocemos a mujeres que fueron un faro para otras. Mujeres que mezclaron el ingenio y la inteligencia para poder progresar, dejándonos un legado del que no podemos prescindir. Admiro el encaje que realizan distintas generaciones cuando trabajan por los mismos objetivos, y me apena que la fuerza del 8 de marzo se desinfle entre familias de siglas y edades, en apariencia, antagónicas. Si perdemos la curiosidad por preguntar a nuestras madres, tías y abuelas, qué vivieron ellas, cómo se sintieron en su batalla por la igualdad, estaremos silenciándolas de nuevo.
No sé si a la tía Rosita, como la conocen en familia, le preguntaron en su día qué le habría gustado ser de no haberse encontrado puertas cerradas, pero seguro que "doctora Rosa" le hubiera sonado muy bien.
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