Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

El indígena

Imagen de Gunarey, el 'tiktoker' de una tribu colombiana
Imagen de Gunarey, el 'tiktoker' de una tribu colombiana
Cortesía
Imagen de Gunarey, el 'tiktoker' de una tribu colombiana

Gunarey lleva dos mochilas cruzadas sobre el pecho. Son de una burda lana de oveja, sin abalorios, y las elaboran las mujeres. Cuenta que su padre se las regaló diciéndole que las personas las cargamos simultáneamente. Una de las mochilas es para dar y la otra para recibir, porque de eso se trata la vida. Gunarey explica que, al toparnos con amigos, debemos de ofrecerles detalles de los que guardamos en la mochila del 'dar' y así, cuando los amigos entreguen sus regalos, estos se atesoran en la mochila del 'recibir'. El mismo ciclo mueve a la naturaleza y, si sostenemos dicho equilibrio, ella nos recompensará con todo lo necesario: agua, alimento, cobijo… Escuchando a este sabio de poco más de veinte años, comprendes lo poco que agradecemos a una naturaleza que, ahora, se comporta con nosotros con la misma mala leche. 

Gunarey Maku es un reconocido 'tiktoke'r colombiano, miembro de la cultura arhauca, que suma millones de seguidores. Un indígena que ha alcanzado su popularidad demostrando a urbanitas que no han visto una selva más que en las películas de Disney, que lo suyo no es supervivencia del tercer mundo sino un mundo lleno de super-vivencias. Le he descubierto buscando entender la odisea de los niños colombianos, perdidos en una vegetación que te engulle al pisarla. Es cierto que él vive en un poblado de Sierra Nevada, la montaña de Santa Marta, un prodigio que tuve oportunidad de recorrer años atrás, menos hostil que el sur de Colombia donde se registró el accidente aéreo, pero las imágenes que Gunarey ofrece en la red ayudan a entender las reglas de la selva. La principal: cuando las personas piensan que están construyendo, en realidad están destruyendo. Él está casado, tiene dos niños, y si le juzgas con la condescendencia de quien piensa que el mundo gira en torno a ChatGPT y lo último de la IA, no vas a entender ni una palabra. Sus verdades no precisan algoritmos para llegarte al alma.

A veces, el indígena, como se define en su perfil, responde a sus seguidores y el intercambio de preguntas y respuestas recuerda a uno de esos programas donde se pregunta a los niños qué es la Constitución o cómo definirían la transfobia, deslizándose la superioridad intelectual del adulto que busca la sonrisa fácil. En uno de los vídeos le sondean por los derechos de las mujeres y el feminismo y él, que estudió en la ciudad en una sociedad tan dispar a la suya, responde que en su tribu solo hay un tipo de derechos para todas las personas, con independencia de que sean hombres o mujeres, entre los que se contemplan también los de cualquier ser vivo, animal y planta, pues su ley máxima emana de la naturaleza. Como curiosidad, en su tribu no existe el noviazgo como preámbulo al matrimonio, simplemente se casan una vez se eligen mutuamente y son monógamos; no celebran cumpleaños ni las fechas señaladas por occidente porque "el tiempo es un concepto imaginario; las personas que piensan mucho en él no son felices, porque sienten que se les está acabando". E insiste en sus vídeos una y otra vez en la abundancia de la naturaleza: ella siempre nos provee, aunque se nos olvide con frecuencia

Suelo decir que la curiosidad nos regala experiencias formidables, solo tenemos que fluir junto a ella para comprobarlo. Hoy buscaba comprender cómo los niños colombianos sobrevivieron allí donde cualquiera de nosotros hubiéramos muerto y en el rastreo me topé con un sabio, a quien deberíamos de escuchar porque representa la voz de la naturaleza usando nuestro propio idioma.

Imagen de la tribu de Gunarey
Imagen de la tribu de Gunarey
D.R.

Por último, me incomoda la exposición fotográfica de los niños colombianos. ¿Acaso era imprescindible mostrar su deterioro para contar la épica historia? No siempre una imagen gana a las palabras. Las elegidas con amor mueven conciencias.

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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