Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

¿Por qué no te callas?

Señal de 'stop talking'
Señal de 'stop talking'
Pexels
Señal de 'stop talking'

Cada semana visito una pescadería que tiene muy buena mercancía y unos empleados especialmente amables. Elena suele recomendarme recetas y así cultivo mi curiosidad sensorial testando nuevos sabores; también trabaja en ella Raúl, algo más taciturno, quien cuida los peces como si fueran piel de bebé. Ambos se llevan muy bien, y me gusta especular que terminarán siendo pareja. Además, está Yussuff, encargado de sacar las piezas de la cámara, y Jovana, que llegó de Rumanía por amor a un tipo más seco que la mojama y al final se quedó en España por amor a otros pescados. Hace unos días noté cierta tirantez entre Elena y Raúl y, discretamente, pregunté a este último si había sucedido algo para que apenas se dirigieran la palabra uno al otro, a lo que me respondió: "¿Para qué voy a decir nada si ella me dice que le interrumpo siempre? Pues me callo y así nos discutimos". 

Cuando Candace West y Don Zimmerman registraron cientos de conversaciones cotidianas entre hombres y mujeres se encontraron con la confirmación de que el 96 % de las interrupciones en ellas eran practicadas por los hombres. El estudio se publicó bajo el título 'Doing Gender' ('haciendo género') en el año 1987 y, desde entonces, se han ido sumando investigaciones con idénticas conclusiones; por ejemplo, está demostrado que los niños interrumpen a las niñas en cuanto aprenden a hablar, e incluso a sus madres y no a sus padres. Han pasado casi 40 años y los hombres, cada vez que entablan una charla con una mujer, según ella expone sus opiniones o comparte sus ideas, tarde o temprano interrumpen, bien para contar las suyas o bien para repetir lo mismo que explica ella.

Si pregunto a las mujeres qué es lo que más les cuesta en su trabajo, en paralelo a su necesidad de reforzar su autoconfianza, me hablan de cierta incapacidad para ser escuchadas como quisieran. Al ser interrumpidas con frecuencia, se sienten ofendidas y menospreciadas. No sólo eso, si ellas tratan de hacer ver al hombre que estaban en el turno de la palabra y replican algo, él sigue hablando y no se calla. Como si hablásemos en otro idioma. ¿Te ha pasado a ti también?

¿Por qué crees que sucede? Durante un tiempo me despertaban curiosidad los distintos comportamientos de hombres y mujeres; algunos se perfilan a través de la socialización -como aprender a utilizar una voz que se pronuncie de forma asertiva y directa para que, cuando ellos hablen, los demás silencien la suya- y otros de orden biológico, como que el timbre femenino suela ser más agudo y, por tanto, menos audible. Hace años sufrí una sordera súbita que me llevó a perder porcentaje de audición en el oído derecho. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que captaba los sonidos graves, mientras que tenía enorme dificultad para los agudos; por ello, me cuesta seguir el hilo de una conversación con varias voces femeninas, no así las masculinas.

Igual que dos no discuten si uno no quiere, nadie nos interrumpe si no le dejamos; por tanto, no calles.

El hombre nunca deja de hablar, y esta obstrucción puede ser especialmente grave si se produce al principio, porque ahí estamos intentando hilvanar bien nuestras ideas y, si nos detienen, podemos interpretar que debemos de ir más rápido, que aligeremos porque lo que decimos quizá no interesa a nadie, lo que supone un ataque a nuestra autoestima. ¿Qué sugiero estos casos? Igual que dos no discuten si uno no quiere, nadie nos interrumpe si no le dejamos; por tanto, no calles. Una conversación reducida a dos monólogos en paralelo resulta insostenible y, si tú sostienes la firme decisión de no callarte, tarde o temprano él entenderá que su actitud no es correcta. Puede que sea tozudo, o muy impertinente, y trate de mantenerse por encima de ti, por tanto, sé tú más terca y sigue hablando. Si tenías el uso de la palabra, no te calles.

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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