Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

La revolución de la pinza

Madre y niños mirando a la pantalla de un móvil
Madre y niños mirando a la pantalla de un móvil
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Madre y niños mirando a la pantalla de un móvil

Al lado de casa hay un parque en el que suelo ver a una madre paseando a su hijo en un carrito. Siempre repite el mismo ritual, bordea los parterres con desgana hasta llegar a un banco donde se desploma. A continuación, deja una tablet al pequeño y ella se pega a la pantalla del móvil. En el jardín suelen coincidir otras madres que juegan con sus niños, les lanzan por el tobogán, conversan entre sí, pero ella nunca se aproxima al grupo, su vida se limita a una pantalla. En cuanto al pequeño, calculo que tendrá dos años, y no veo en él esa curiosidad infantil por la que los niños parecen tener velcro entre ellos. Ni siquiera le llaman la atención las voces de los otros niños.

Hace unos días escuché a la portavoz de una asociación de pediatras recoger con alarma lo que solían comentarles las guarderías, y es que los niños y niñas tienen serios problemas para desarrollar un gesto tan natural, como humano: unir los dedos índice y pulgar para formar una pinza. Esto sucede porque, acostumbrados a utilizar pantallas desde edad temprana, solo mueven el dedo que deslizan por ellas, mientras que la pinza es la herencia genética de nuestra especie para capturar aquello que deseamos. 

Los pediatras explicaban algo más trascendente: los niños están perdiendo el interés por toquetear los objetos, ya que su toda atención la capta la pantalla. No es la única atrofia provocada por su uso prematuro de la que alertan los médicos: una curvatura inusual del cuello, debilidad en las articulaciones de las manos y un cerebro con taras imprevisibles.

Este verano devoré el libro de Johann Hari, ''El valor de la atención'', con la convicción de que sus páginas no eran fruto de un catastrofismo marketiniano, sino que su advertencia debía de resonarnos para reconducir nuestra atención. Él asegura que una sociedad sin atención plena nunca puede ser una democracia, porque perdemos el criterio y, con él, la libertad de elegir y decidir. 

Una sociedad sin atención plena nunca puede ser una democracia, porque perdemos el criterio y, con él, la libertad de elegir y decidir
Niños haciendo uso del móvil
Niños haciendo uso del móvil
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A veces utilizo un término para referirme a ese efecto narcotizante, el síndrome NTD o ''nos tienen dormidos''. Ahora bien, si no queremos despertar y asumir una mayor consciencia por nosotros mismos, sí deberíamos hacerlo por nuestros hijos e hijas a quienes condenamos a efectos impredecibles. El prestigioso psicólogo Jonathan Haidt acaba de publicar ''La generación ansiosa'', que ha pasado a ser uno de los primeros libros en mi lista de pendientes. 

He leído una entrevista suya donde explica que su idea era escribir sobre los efectos perversos de las redes sociales en la democracia, pero cuando empezó a recopilar lo que estas hacían en los y las adolescentes, cambió de idea y nació este título. Los datos estremecen: desde 2010 hasta ahora la ansiedad ha aumentado un 96% entre los niños y adolescentes norteamericanos, y la depresión, un 160%. ¿Lo saben sus padres y madres? Algunos están como la mujer del parque, con su atención sumergida en cualquier cosa que no sea su hijo. 

Apunta Haidt algo importante: los padres sobreprotegen a sus hijos de la vida real; caerse del tobogán, llenarse de barro, correr detrás de un pájaro o un perro; y les dejan desamparados frente a un universo virtual, brutal y despiadado. Médicos, investigadores sociales, psicólogos y terapeutas que advierten sobre la excesiva rumiación y las distorsiones cognitivas de los adolescentes, recomiendan frenar en ellos el uso de pantallas y redes sociales.

Haidt habla de una revolución contra los móviles que se extiende por todo el planeta y que, asegura, llegará a España en menos de un año. De ser así, aún estamos a tiempo de salvar la pinza en nuestros pequeños. ¿Qué hago yo, me pregunto, en un parque al que acuden madres con niños si yo no tengo? Practicar la mejor forma de curiosidad que conozco, esa que nos lleva simplemente a observar la vida.

¿Qué hago yo, me pregunto, en un parque al que acuden madres con niños si yo no tengo? Practicar la mejor forma de curiosidad que conozco, esa que nos lleva simplemente a observar la vida

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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