Qué es el 'Síndrome de Borgen' y por qué lleva a las mujeres a abandonar la política

La Unión interparlamentaria, en su informe 'Mujeres en el Parlamento', pone de manifiesto los abusos que sufren las mujeres en política.  Hablamos con la periodista y escritora Nuria Varela sobre por qué el poder se resiste a ser compartido.
El poder de la mujer en política
El poder de la mujer en política
NICOLE RIVELLI/NETFLIX
El poder de la mujer en política

El año pasado, figuras políticas como Jacinda Ardern, Sanna Marin y Nicola Sturgeon abandonaron sus cargos. Aunque el informe 'Mujeres en el Parlamento', publicado por la Unión Interparlamentaria, dictamina que las mujeres ocupan el 22,7% de los puestos parlamentarios en todo el mundo, un porcentaje que en 1995 era del 10,5%, lo cierto es que las mujeres encuentran en las posiciones políticas un terreno delicado que como señala una investigación de la Unión Interparlamentaria, se caracteriza por los repetidos abusos.

Este análisis dictamina que cuatro de cada cinco mujeres parlamentarias han sido sometidas a violencia psicológica como 'bullying', intimidación, abuso verbal o acoso.

Dos tercios han sido objeto de comentarios sexuales humillantes o sexistas, y más de dos de cada cinco han recibido amenazas de agresión, violencia sexual o muerte. En realidad, ni siquiera es menester ocupar puestos políticos para ser la diana de la violencia. Una encuesta global del Instituto Nacional Demócrata americano, una organización sin fines lucrativos, revela que más de la mitad de las jóvenes que publicaron opiniones políticas en línea fueron atacadas por expresar su parecer.

Nuria Varela
Nuria Varela, autora de 'El síndrome Borgen'
Paco Llata

Para hablar del elevado número de mujeres que han renunciado a sus cargos políticos, Nuria Varela, periodista, máster en Estudios Interdisciplinares de Género y en Género y Políticas de Igualdad entre Mujeres y Hombres, y doctora en Ciencias Jurídicas y Sociales, habla de "síndrome Borgen", haciendo así alusión a la serie de televisión danesa que mostró la cara B del empoderamiento.

La igualdad de género en las más altas esferas de decisión política no se logrará hasta dentro de 130 años

"Si el 1 de enero de 2023 había 36 mujeres en el cargo de jefas de Estado y/o Gobierno, el 15 de septiembre de este mismo año había tan solo 28. Esto significa que, a este ritmo, según los cálculos de Naciones Unidas, la igualdad de género en las más altas esferas de decisión política no se logrará hasta dentro de 130 años", explica en 'El síndrome Borgen'. Hablamos con ella sobre por qué las mujeres abandonan la política. 

El discurso del brillante prólogo (se titula "¿Deberían votar los hombres?") hace reír, pero las mujeres escuchamos discursos similares cada día… ¿Hemos normalizado los privilegios de los hombres? 

Sí, ese es el éxito del machismo: haber normalizado, hasta conseguir hacerlos invisibles, los privilegios masculinos y el discurso supremacista sobre las mujeres. Solo ante el título del prólogo, '¿Deberían votar los hombres?', hay quienes no se ríen, sino todo lo contrario, se echan para atrás, incluso se enfadan.

Las mujeres entraron siete siglos más tarde en la universidad por la prohibición expresa de los hombres

Curioso ¿verdad? Sobre todo teniendo en cuenta que a las mujeres nos costó casi un siglo conseguir el derecho al voto, y aún hay lugares en el mundo donde no lo tenemos o si consideramos que entramos siete siglos más tarde en la universidad por la prohibición expresa de los hombres, que durante setecientos años se encargaron en exclusividad del discurso del poder y del conocimiento. 

De hecho, como señalas que dice Bates, esta insensibilización ante la misoginia podría hacer que no nos demos cuenta de que hay una auténtica crisis… ¿Lo crees así?

Esa es la razón por la que he escrito este libro, como una reflexión sobre la presencia -y la ausencia- de las mujeres en la toma de decisiones, más allá de los números, más allá de la igualdad formal o la paridad y las consecuencias de que ello se deriva. Ese núcleo profundo de normalización de la desigualdad en los sistemas democráticos ha facilitado el resurgir del antifeminismo y de la ultraderecha. 

¿Crees que los medios abordaron de forma diferente el adiós de Jacinda Ardern frente al casi adiós de Pedro Sánchez, cuestionando a veces e incluso infantilizando la decisión de la neozelandesa?

Muy diferente. Los medios son un agente importante en la violencia política contra las mujeres, porque continúan reproduciendo estereotipos antiguos y sin duda dañinos. Lo que en un hombre es una reflexión y define carácter propio, en una mujer es leído por muchos como capricho o poca capacidad para resolver las exigencias de determinados puestos. Otro ejemplo significativo es el de la Primera Ministra de Finlandia, Sanna Marin.

Sí, las mujeres dirigen el Gobierno. Aceptadlo

El Centro de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN publicó un informe en 2021 que denunciaba el abrumador acoso misógino al que estaba siendo sometido su Gobierno, poniendo el foco en que estaba liderado por cinco mujeres de cinco partidos. Marin llegó a contestar con un tuit rotundo: "Incompetente, sin experiencia, cajera de supermercado, niña, Gobierno de niñas, Gobierno de pintalabios, Gobierno de pantis, amenazas, discurso del odio, acoso. Sí, las mujeres dirigen el Gobierno. Aceptadlo". 

El síndrome Borgen
El síndrome Borgen
Cortesía

Las políticas son sometidas a un nivel de acoso e insultos aún más voraz que ellos, ¿no?

Probablemente, es difícil medirlo. Creo que las diferencias están en el tipo de acoso e insultos que se les hacen, que en el caso de las mujeres casi nunca tienen que ver con su capacidad o su gestión, sino con su vida privada, su aspecto… Además, habitualmente el acoso se centra en acusaciones falsas, intentando desprestigiarlas precisamente en los ámbitos que más les importan. Ahí está el ejemplo de Claudine Gay, rectora de la Universidad de Harvard, la primera mujer negra que desempeñó este cargo en los 368 años de historia de la universidad y que dimitió del mismo en enero de 2024 tras ser acusada de plagio y antisemitismo.

En su carta de dimisión, se declaró asustada por los ataques personales que había recibido y explicó que para ella había sido angustioso que pusieran en duda precisamente sus compromisos para enfrentar el odio y defender el rigor académico, es decir, precisamente sus dos valores fundamentales como persona y como profesional.

Las mujeres que han desafiado el modelo patriarcal y androcéntrico de poder han sido objeto de críticas, burlas, amenazas y violencia

¿Por qué se aleja de forma sistemática, y desde hace siglos, a la mujer del poder?

Como decía Simone de Beauvoir, este mundo, que siempre ha pertenecido a los hombres, conserva todavía la fisonomía que le han dado ellos. Explica Mary Beard que las mujeres que han desafiado el modelo patriarcal y androcéntrico de poder han sido objeto de críticas, burlas, amenazas y violencia, y que se les ha negado la autoridad y la legitimidad para expresarse y actuar en el ámbito público desde la Antigüedad hasta la actualidad. El poder se resiste con todas sus fuerzas a democratizarse. 

El poder político es una creación masculina que utiliza, exprime y expulsa continuamente a las mujeres 

¿Cómo afecta además el foco en el físico y en la indumentaria de las políticas?

Le llamo 'Síndrome Borgen' a la expulsión de las mujeres de la política porque la serie danesa mostró el poder político como una creación masculina que utiliza, exprime y expulsa continuamente a las mujeres en un ciclo al que muy pocas sobreviven, a pesar de sus talentos, su capacidad, sus ideas o su inteligencia. El primer elemento de este Síndrome es, sin ninguna duda, la presión sobre el cuerpo, el aspecto y los ciclos vitales de las mujeres. El número uno está íntimamente relacionado con el número dos: mujer por encima de todo, seas presidenta del gobierno o directora de los servicios secretos.  

La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, asiste a un panel de la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC).
La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, asiste a un panel de la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC).
EFE

La paridad es clave, pero ¿cómo puede de verdad transformarse en un agente de cambio social? 

Como señala la célebre expresión de Fox Keller, la paridad ha acabado reducida a "añadir mujeres y batir". Integrarse en las estructuras sin modificar las estructuras supone la masculinización generalizada de la sociedad. La paridad es un derecho que corrige los fallos de representatividad y garantiza que la ciudadanía de las mujeres no se entienda como defectiva.

En este sentido, la paridad es un rasgo esencial de la democracia, pero para que realmente se transforme en un agente de cambio social ha de ir acompañada de profundos cambios cualitativos que consigan la ciudadanía plena para las mujeres, entendida esta como todos los derechos civiles derivados de la elección y la participación, los derechos sociales derivados de la distribución de la riqueza y los derechos sexuales derivados del reconocimiento.

Hablas de cómo la paridad sin feminismo se despolitiza, pero, de hecho, ¿acaso no es casi un oxímoron hablar de una paridad no feminista? 

El feminismo ha trabajado estrategias para que las mujeres pudiéramos llegar a los lugares de toma de decisiones (cuotas, paridad…), pero no ha desarrollado habilidades eficaces frente a la tremenda resistencia de los hombres ni para permanecer en esos lugares, ni para que esa presencia de mujeres signifique la consolidación de políticas feministas.

Es más, incluso hay mujeres que han llegado a lugares de poder y no sólo no agradecen, ni siquiera son conscientes de que ha sido gracias al trabajo feminista. Yo defino el 'Síndrome Borgen' como aquel que explica que millones de niñas nacen en países, culturas o territorios en los que buena parte de ellas no tiene posibilidades de vida, millones de mujeres, en esos mismos países, culturas y territorios, soportan una violencia estructural que niega sus derechos humanos.

En el resto del mundo, casi cualquier mujer es capaz de llegar a puestos de poder en el siglo XXI, pero muy pocas consiguen ejercerlo y casi ninguna puede mantenerse. Aún más. Aquellas que logran mantenerse, no alcanzan a modificar las condiciones de vida de sus compatriotas (en el caso de que lo intenten) y aún menos las de las mujeres y niñas de países como Afganistán o Haití, por poner sólo un par de ejemplos. 

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