Me comentan que hay gente que se gana la vida (y muy bien) vendiendo fotos de sus pies. Sinceramente no lo entiendo, los pies me parecen, con mucha diferencia, la parte más fea de toda nuestra anatomía. Incluso llevando siempre la pedicura perfecta, tener unos pies "bonitos" me parece entre complicado e imposible. Por este mismo motivo, tengo una pequeña obsesión con el hecho de no usar sandalias, chanclas o chancletas más allá de momentos piscineros o muy informales.
Toda esta diatriba de filias y fobias me ha vuelto a la cabeza al ver a Doña Letizia esta semana en Zaragoza. La reina sigue con los dedos de los pies doloridos e inmovilizados, por lo cual, ya nos resulta normal verla en zapatillas. Pero claro, ¿Qué pasa con los actos formales? Esos en los que yo sería absolutamente intransigente con el hecho de mostrar los 'pinreles' en público.
Pues que la cosa es mucho más complicada que ser 'mega cool' al llevar un traje sastre y unas bambas modernísimas. Y eso es precisamente lo que ha pasado en la Academia Militar General, que la madre de la ya Dama Alférez Cadete Borbón Ortiz, acudió a la entrega de Despachos Reales con un vestido de Maje y unas sandalias planas de tiras doradas, firmadas por Pedro García.
¿Era este calzado el más recomendado en un acto donde los militares van con su uniforme de gala? Pues no, rotundamente. ¿Eran correctas teniendo en cuenta la dolencia que todos conocemos? Pues evidentemente sí. Nunca me cansaré de decir que la salud va por encima de cualquier tipo de etiqueta, y más en el siglo XXI donde, afortunadamente, nos hemos librado de la terrible frase de ''Para presumir hay que sufrir''.
La salud va por encima de cualquier tipo de etiqueta, y más en el siglo XXI
Cierto es que podría haberse puesto unas bailarinas, pero después de consultar con diferentes expertos, me dicen que aunque el dolor sería menos que llevando unos 'stilettos', los dedos de la reina se verían aprisionados, también, en ese tipo de calzado. Por otro lado, dicen los que están abonados al movimiento 'barefoot', que ahora hay zapatos monos, cerrados y respetuosos con la forma de nuestro pie. Pero qué queréis que os diga, yo he visto decenas de páginas y sí, aunque es cierto que la cosa ha mejorado mucho en muy poco tiempo, me siguen pareciendo piezas raras.
Evidentemente es la falta de costumbre visual. No lo voy a negar. Seguro que si empezamos a ver por la calle y en las páginas de moda un montón de diseños de horma ancha, puede que nos terminen entrando por los ojos, pero de momento me siguen pareciendo zapatos ortopédicos. Ahora me viene a la cabeza que las Birkenstock y las Dr. Scholl empezaron a venderse en farmacias y mira cómo han conquistado la calle. Tiempo al tiempo. Pero volvamos a los ''reales pies'' para que nos sirvan como referencia en el caso de que a alguna de nosotras nos pase algo parecido.
Lo primero de todo es asumir que la realidad es la que es, y tenemos que aceptarla. Podemos sufrir un dolor crónico de pies o tener que llevar gafas aunque estemos acostumbradas a las lentillas por una infección. Son cosas que pasan y ninguna de ellas debería prohibirnos el disfrutar de nuestra agenda y, además, con la mayor de las sonrisas. El truco está en el equilibrio. Doña Letizia combinó sus sandalias con un vestido veraniego pero muy arreglado. Las elevaba a otro plano, gracias también, al resto de los complementos. Como por ejemplo, unos pendientes de flores doradas, más grandes que los que nos tiene acostumbrados. Y luego, el siguiente truco, nunca perder la compostura y la buena cara, y normalizar la situación.
Llevó la sandalias con toda la dignidad, sin darles importancia
Nadie tenemos dudas de que ella hubiese preferido encaramarse a alguno de esos impresionantes tacones que tiene en el armario, pero oye, llevó la sandalias con toda la dignidad, sin darles importancia. En unos años todos nos acordaremos del emocionante abrazo que le dio a su hija y pocos del calzado. Eso es lo importante.
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