Anitta Ruiz Consultora de moda | #LAROPAHABLA
OPINIÓN

¿Hay que repensar nuestra relación con la ropa?

Persona guarda pantalones vaqueros en una caja
Persona guarda pantalones vaqueros en una caja
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Persona guarda pantalones vaqueros en una caja

¿Cuántos pares de vaqueros tienes? ¿Y camisetas blancas? No quiero hacerte sentir mal, tan sólo que aproveches estos días de descanso para que reflexiones un poco. O a lo mejor os estoy utilizando un poco a vosotros, lectores, para reflexionar yo. Pido disculpas por adelantado.

La generación de los nacidos entre finales de los 70 y principios de los 80 somos la primera que hemos crecido con un patrón completamente disparado (y disparatado) de consumo textil. Aunque es cierto que desde los años 60, con la llegada del 'prêt-à-porter', el tipo de relación con la moda empezó a cambiar, no fue hasta la aparición de lo que conocemos como 'fast fashion', que los armarios empezarán a sobrepoblarse y la ropa pasó a convertirse también en un pasatiempo. Desde finales de los 90 ir de compras ya no era sinónimo de estatus, sino un plan de fin de semana más para millones de adolescentes en todo el mundo. Fue cuando la "moda se puso de moda".

Ir de compras se convirtió en un plan de fin de semana más para millones de adolescentes en todo el mundo

Me acuerdo de mis primeros años como profesora en diversas escuelas de la materia. Una de las asignaturas que imparto es 'Historia de la Moda'. Para mi gusto una de las más bonitas posibles para alguien que va a dedicarse a esto, para muchas alumnas el hueso duro de roer. Fue entonces cuando descubrí que no les gustaba la 'Moda', así con mayúsculas, sino la ropa. Sin tener en cuenta todo lo que ello conlleva detrás. Para bien y para mal. No sabían quién había sido Lanvin pero sí podían decir de carrerilla que días llegaban a Zara las nuevas prendas. La dualidad entre cultura y negocio expresada en un aula. La dualidad que nos enfrenta a la realidad actual del sector.

Probablemente has escuchado más de una vez que la industria textil es la segunda más contaminante del planeta. Para ser realista los últimos estudios "descienden" el pecado estético hasta la sexta posición. Pero no nos libra de la responsabilidad de emitir casi un 10% de los gases de efecto invernadero y contaminar el 20% del agua potable del mundo. Cosas tan básicas como unos vaqueros requieren más de 7.000 litros de agua para su confección y una camiseta de algodón casi 3.000. De ahí las preguntas que abrían esta columna.

Las perchas deben estar colocadas en la misma dirección para utilizar "el truco de la percha" de forma efectiva.
Las perchas deben estar colocadas en la misma dirección para utilizar "el truco de la percha" de forma efectiva.
Orna Wachman. Pixabay.

Soy una mujer realista y nunca se me ocurriría hacer un llamamiento a no comprar o a no seguir las tendencias. Pero sí a la reflexión. Estos días he vuelto a leer La Moda Justa, un ensayo de la periodista Marta D. Riezu, y tengo la cabeza como un bombo porque, claro, como canta Iván Ferreiro El equilibrio es imposible. Por un lado están todos los puestos de trabajo, directos e indirectos que genera la industria de la moda. En países en vías de desarrollo el textil es una de sus principales fuentes de ingreso y aunque haya que mejorar muchísimo sus condiciones laborales, la solución no es abandonar estas fábricas, ya que sin ellas una gran parte de la población carecería de un medio de vida. En los países de lo mal llamado "primer mundo" todo lo relacionado con la moda tiene un impacto gigante en la economía. Por poner ejemplos: En Francia la moda y el lujo mueven más 150.000 millones de euros en términos de ventas, lo que representa el 2,7 % del PIB nacional. En Italia la aportación al producto interior bruto de esta industria sube hasta casi un 6%. En ambos casos por encima de otros sectores más reconocidos internacionalmente como la automoción o la aeronáutica.

Hay estadísticas que aseguran que no nos ponemos más del 20% de las prendas que tenemos en el armario

Por otro lado está el hecho de que el 85% del producto textil acaba cada año en la basura. Una auténtica locura. Hay estadísticas que aseguran que no nos ponemos más del 20% de las prendas que tenemos en el armario y aún así, seguimos comprando. Lo dicho, hoy no vengo a dar lecciones, sino a llamar a la reflexión. Algo tiene que cambiar, de eso estoy segura. ¿Cómo lo vamos a hacer? Me encantaría tener la solución, pero por ahora me voy a limitar a seguir repensando mi relación con la ropa y lo que ello significa para mí y los que vienen detrás.

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