Una misma Nochevieja y mil maneras de recibir al nuevo año

  • ¿Ropa interior roja? En Colombia, prefieren amarillo y el blanco en Puerto Rico.
  • En Nochevieja, los griegos comen un Vasilopita, un pastel con una moneda dentro.
  • Los estonios comen hasta siete veces a lo largo del día 31 de diciembre.
El espectáculo de fuegos artificiales de Año Nuevo ilumina la Ópera de Sídney (Australia).
El espectáculo de fuegos artificiales de Año Nuevo ilumina la Ópera de Sídney (Australia).
Nikki Short / EFE
El espectáculo de fuegos artificiales de Año Nuevo ilumina la Ópera de Sídney (Australia).

Las uvas, la ropa interior roja y el anillo de oro en la copa de cava son solo algunos de los ingredientes indispensables de las celebraciones de Nochevieja en España. Todos ellos se combinan de una u otra manera para, según la creencia popular, atraer a la fortuna en el año venidero. Estas costumbres que a nosotros nos parecen incuestionables, en otros lugares despiertan la curiosidad y llenan Internet de artículos que nos definen como seres extravagantes. Una visión que, en nuestro caso, bien podría resultar muy similar si nos pusiésemos a analizar detenidamente los rituales que otras culturas practican para invocar a la buena suerte.

En países como Austria, las campanadas de media noche son retransmitidas por la radio pública desde la catedral vienesa de San Esteban. Tras el último de los doce tañidos, la emisora da paso al Danubio Azul, de Johann Strauss, con el que la gente deja lo que esté haciendo para ponerse a bailar, ya sea en casa, en la calle o en una fiesta. También bailan en Australia, aunque allí lo hacen al ritmo que marcan las cazuelas y las sartenes al ser golpeadas.

En otros lugares, canalizan sus deseos de prosperidad a través de la indumentaria. Tal es el caso de varios países sudamericanos en los que, igual que sucede en España, también se visten con ropa interior roja. Aunque ese no es el caso de Colombia, donde prefieren el amarillo, o el de Puerto Rico, donde triunfa el blanco. Un color este último que comparten con los brasileños, quienes en la víspera de Año Nuevo acuden en masa a la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, para ofrecer flores también blancas a Yemanja, la reina del mar afrobrasileña encargada de proporcionar fuerza y energía. Aquellos que no viven cerca del Atlántico, solo tienen que dar tres saltos sobre su pie derecho para conseguir los mismos resultados.

Los japoneses, por su parte, no prestan tanta atención a las tonalidades cromáticas como al animal del zodiaco que regirá durante los siguientes doce meses. Así, no deberíamos sorprendernos si, estando en Tokio para recibir el 2016, nos cruzáramos con alguno disfrazado de mono. ¡O de oso, si es que estamos en Rumanía! Allí, siguiendo una tradición centenaria, un hombre joven se disfraza de plantígrado para danzar por las calles y espantar a los malos espíritus.

En otras latitudes, como en Grecia, al destino se le tienta a través de la gastronomía. En la noche de San Basilio, como es conocida la Nochevieja, los griegos hornean un Vasilopita, un pastel en cuyo interior se oculta una moneda. Aquel que la encuentra, tiene la buena suerte asegurada. Como también la tienen los chilenos, que ingieren lentejas, o los estonios, que comen hasta siete veces a lo largo del día 31 de diciembre para garantizar la abundancia de alimentos en el futuro.

Los rusos, mucho más prácticos, prefieren beberse las ansias de prosperidad y por eso escriben sus deseos en un trozo de papel que luego queman. Después introducen las cenizas en una copa de champán y se las beben al son que marca la última campanada del reloj.

Existen otras tradiciones de Nochevieja que no persiguen un objetivo concreto, sino que simplemente se llevan a la práctica por costumbre, porque lo marca el calendario. En muchas ciudades españolas, en el último día del año, se organizan las carreras populares de San Silvestre. En otros lugares, como en la ciudad alemana de Constanza, los lugareños suelen bañarse en las heladas aguas del lago del mismo nombre. También les gusta zambullirse a los habitantes de Belgrado, que compiten por recuperar del fondo del Danubio un crucifijo arrojado previamente por un sacerdote. El caso es disfrutar de la Nochevieja, sea como sea.

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