Abre en Suecia el museo de la comida más repugnante del mundo

  • Desde vino de ratones a queso con gusanos, pasando por batido de rana o pene de toro.
  • "El objetivo es que la gente entienda que no hay manera de medir lo repugnante", dice el museo.
Una lata de Surströmming.
Una lata de Surströmming.
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Una lata de Surströmming.

Cuando hablamos de un museo, casi todos pensamos en aquellos que albergan cuadros, esculturas, acaso elementos y descubrimientos de la ciencia. Pero la realidad es que un museo puede albergar cualquier cosa y que de hecho así es: hay tantos museos como puedan imaginarse. Y no sólo están poblados de cosas bellas; también los hay que son una colección de cosas asquerosas.

Es el caso del museo que acaba de abrir sus puertas en Suecia: el Museo de la Comida Repugnante. El nombre lo deja claro. Aquí encontraremos productos, recetas e imágenes de los platos más asquerosos que cabe imaginar. Pero son platos, son recetas porque alguien en algún extraño lugar del mundo se las come.

Este museo está en Malmö, la tercera ciudad más grande de Suecia, al otro lado del puente que la une con la danesa Copenhague. Abrió sus puertas este pasado miércoles 31 de octubre y alberga 80 productos de todo el mundo. Se podrá visitar durante los próximos 3 meses y luego girará por Alemania, Japón, China y Estados Unidos.

"Es una exposición que reta a los visitantes a cambiar sus nociones de qué es repugnante y qué es delicioso, y el objetivo es que la gente entienda que no hay manera objetiva de medir lo repugnante", explica Samuel West, el comisario de la muestra.

La lista es larga y ciertamente repugnante. ¿O no nos resulta asqueroso el vino de ratones que se bebe en China y Corea, el queso pecorino de Cerdeña infestado de gusanos o el batido de rana de Perú? También son asquerosas, al menos según las convenciones alimenticias que hemos adoptado, las tarántulas fritas de Camboya o el pene de toro que comen en algunas zonas de China (pero, ¿no nos comenos en España los testículos de ese y otros animales, las criadillas?).

Y es que, insiste West, "la repugnancia es completamente subjetiva". La repugnancia "es considerada una emoción pero nuestro aprendizaje cultural determina qué es lo que nos parece desagradable", explica.

Olores absolutamente asquerosos

Con otras de estas recetas no debemos dejarnos engañar por el nombre. Si viajamos a Filipinas y nos ofrecen balut, mejor decir que no. Son fetos medio formados de patos que se hierven dentro del huevo y se comen directamente del cascarón.

Y no se fíen de los muy civilizados y desarrollados suecos. Allí tienen un plato que llaman surströmming, que no es otra cosa que pescado podrido... o casi. Es un arenque fermentado. Huele tan mal, que sólo su olor aleja entre nauseas a todo comensal primerizo. Por algo este museo no permite que se abra su envase dentro del edificio.

También peligroso es el olor del durian de Tailandia, una fruta espinosa con un olor tan repugnante que tiene su entrada vetada en los hoteles y medios de transporte del sureste asiático.

Según el comisario de la exposición, "la repulsión es una de las seis emociones humanas fundamentales, y su función evolutiva nos ayuda a evitar comidas que podrían ser peligrosas, que están contaminadas, son tóxicas o han caducado".

Si tenemos estómago el recorrido puede continuar. De hecho hay cosas raras que no son necesariamente repugnantes. Por ejemplo, la cerveza de raíz de EE UU, una bebida gaseosa dulce que en el museo explican que sabe a pasta dental. O el regaliz salado, tambien sueco. También están los sesos de cerdo con salsa (de sesos también sabemos en España), la leche de caballo fermentada de Rusia o el haggis escocés (asaduras de cordero), popular en todo Reino Unido.

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