Casa Manolo, el restaurante donde se redactó la Constitución de 1978

Casa Manolo
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CASA MANOLO
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¿Hay algo más español que resolver en el bar las cosas importantes? Suena a tópico tan desgastado como lo del flamenco o la siesta, pero a veces la realidad supera el guion más clásico. Y Casa Manolo -sí, el nombre también parece sacado de un libro de chistes sobre España- tiene un papel muy destacado en la historia política de las últimas décadas.

Que esté situado a pocos pasos del Congreso tiene mucho que ver con que durante años haya sido la cafetería de referencia de políticos de todos los partidos e ideologías, punto de encuentro de periodistas, o mentidero habitual para confirmar o esparcir rumores. De hecho, cuenta la leyenda, y confirman muchos cronistas de la época, que la Constitución de 1978 fue pactada y redactada en uno de sus salones.

A día de hoy mantiene su aspecto de bodega clásica con salones de decoración un punto elegante, y una oferta sin florituras ni moderneces. Y nos confirman desde allí personas que trabajan cada día en el Congreso que sus croquetas siguen siendo el plato fuerte y que los desayunos se despachan a un precio muy ajustado a base de café y barritas de pan con tomate. Es verdad que el comedor del Congreso es mucho más económico, pero no tiene este encanto.

Casa Manolo 
Casa Manolo

Lugar habitual de diputados -y también de actores y folclóricas en su momento-, cuentan que cuando alguno de ellos se convierte en presidente ya es más difícil que se deje ver por la barra de Casa Manolo. De hecho, visto en perspectiva habría sido bonito que aquella última tarde de Rajoy hubiera elegido esta cafetería y no un restaurante con más nivel y pretensiones para refugiarse.

Estamos hablando de un negocio que va ya por su tercera generación. Manolo Seijo se hizo con el local, que ya estaba en funcionamiento, en los años 20, tras volver de Cuba y probar suerte en su Galicia natal. Y ahí se ha mantenido, sobreviviendo a la Guerra Civil -las bombas no le tocaron-, a 40 años de dictadura e incluso jugando su pequeño papel en la transición democrática.

La lista de anécdotas acumuladas a lo largo del último siglo es infinita y seguro que muchas están llamadas a figurar en los libros de historia dentro de no mucho. La del 23-F en la que este bar se convirtió en una centralita telefónica desde donde muchos políticos llamaban a casa es una de las más repetidas.

Nos cuenta un fotógrafo habitual del Congreso que hace unos años un compañero quiso reunir a los portavoces de todos los grupos para una foto conjunta en el bar. Sin comunicarlo para que nadie le pisara la foto, claro.

El problema -comenta divertido mientras intenta recordar el precio de un café allí- es que, al ver el desfile de portavoces de todos los partidos hacia la puerta del bar, todos los periodistas empezaron a pensar que algo muy gordo estaba pasando y comenzaron a hacer fotos. La exclusiva acabó siendo un desastre, pero una anécdota más para la lista.

El bar como lugar de encuentro más allá de distancias políticas. No suena mal en estos tiempos que corren, así que larga vida a Casa Manolo.

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