El nuevo problema de consumir alcohol: podría aumentar el riesgo de sufrir epilepsia

Una mujer, frente una bebida.
Una mujer, frente una bebida.
GTRES
Una mujer, frente una bebida.

En contra de algunos mitos que circulan sobre los supuestos beneficios del consumo diario de ciertas cantidades de determinadas bebidas alcohólicas, la evidencia científica de la que disponemos nos indica claramente que no existe ningún consumo de alcohol sin riesgo para la salud. De hecho, a medida que se investiga la cuestión, los científicos van descubriendo nuevos efectos perniciosos del alcohol en nuestro organismo.

En esta línea, un trabajo publicado en el medio especializado Drug and Alcohol Dependence ha concluido que el consumo de alcohol puede constituir un factor de riesgo para desarrollar epilepsia.

Evidencias contradictorias

Como explican los autores del estudio (en este caso, un meta-análisis de la literatura previa sobre el tema), la mayoría de la investigación sobre la relación entre el alcohol y la epilepsia se ha centrado en determinar si el alcohol o su síndrome de abstinencia son capaces de provocar ataques epilépticos. Sin embargo, se ha indagado mucho menos en la posible implicación del alcohol en los ataques aparentemente no provocados que caracterizan la enfermedad.

Esto no significa que este aspecto concreto esté enteramente sin explorar; por ejemplo, en 2010 un meta-análisis que recogía seis reportes de caso concluía que los consumidores de alcohol tenían un riesgo mayor de sufrir ataques no provocados de epilepsia que quienes no lo consumen. Además, parece ser que ese riesgo se incrementa en paralelo a la dosis.

Por el contrario, otro meta-análisis posterior (que incluía cinco reportes de caso y tres estudios sobre grandes cohortes) sostenía que el consumo de alcohol en cantidades moderadas podría, de hecho, reducir el riesgo de sufrir ataques de epilepsia no provocados.

En general, lo que los autores del artículo presente notan es que los estudios de caso tienden a encontrar una relación positiva entre la dosis de alcohol y el riesgo de sufrir episodios epilépticos no controlados, mientras que los estudios de cohorte concluyen que el consumo moderado de alcohol reduce levemente el riesgo. Lo que subrayan, aquí, es que los estudios de caso tienen más riesgo de sesgo, mientras que los estudios de cohorte son más sólidos en enfermedades de alta incidencia (como es el caso de la epilepsia).

Un efecto negativo aún por confirmar

Lo que determinan, finalmente, los investigadores, es que en vista de la evidencia contradictoria que existe acerca de la influencia del consumo de alcohol en el riesgo de sufrir epilepsia, es necesario llevar a cabo estudios posteriores sobre el tema. Por ejemplo, exponen que los estudios de caso tienen la limitación, por lo general, de tener en cuenta el consumo de alcohol únicamente en los seis meses previos a la aparición de los episodios epilépticos.

No obstante, de manera cautelar se puede concluir que existe una cierta posibilidad de que el consumo de alcohol eleve el riesgo de sufrir ataques epilépticos no provocados (además de que se sabe que tanto el alcohol como el síndrome de abstinencia que provoca su uso habitual pueden provocar ataques epilépticos). Este efecto pernicioso se sumaría así a una larga lista bien documentada que incluye afectación a la salud cardiovascular y hepática y aumento del riesgo de padecer varias formas de cáncer.

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