Por qué los crímenes disminuyeron drásticamente cuando se prohibió la gasolina con plomo: su efecto en el cerebro humano

En la década de los 90, las tasas de criminalidad comenzaron a descender en la mayoría de los países desarrollados. Paralelamente, el uso de gasolina con plomo se reducía, a medida que más y más estados en el mundo lo prohibían. La ciencia tiene algunas respuestas muy interesantes para esta extraña correlación.

Al mismo tiempo que se ha dejado de usar gasolina con plomo, los crímenes violentos han ido reduciéndose.
Al mismo tiempo que se ha dejado de usar gasolina con plomo, los crímenes violentos han ido reduciéndose.
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Al mismo tiempo que se ha dejado de usar gasolina con plomo, los crímenes violentos han ido reduciéndose.

Tras varias décadas seguidas de incrementos relativamente regulares en la criminalidad de los países industrializados (incluyendo algunos como Estados Unidos y España) algo peculiar sucedió en la década de los 90; las tasas comenzaron a disminuir drásticamente. Sociólogos y científicos de varias ramas han investigado el porqué de este fenómeno, hasta que una curiosa hipótesis lo relacionó con los esfuerzos en estos lugares por eliminar la contaminación por plomo.

Descubriendo los peligros del plomo en el ambiente

La erradicación a nivel mundial de la gasolina con plomo es un fenómeno muy reciente; no fue hasta el año 2021 que Argelia, el último país en hacerlo, cesó su venta. Con ello, recuerda el programa para el medio ambiente de la ONU, se logró eliminar una gran amenaza para la salud medioambiental y humana.

Sin embargo, los esfuerzos por eliminar la contaminación por plomo comenzaron mucho antes, en la década de los 80, en los países más desarrollados. Estas políticas se pusieron en marcha en respuesta a un volumen cada vez mayor de evidencias científicas que desde los años 70 venían documentando efectos perjudiciales para la salud humana de la contaminación por plomo, incluso en exposiciones muy bajas.

Notablemente, algunas de estas investigaciones (como el reporte de cuatro casos publicado en 1972 en la prestigiosa revista The Lancet) describían síntomas de la intoxicación por plomo que tenían un carácter prominentemente neuropsiquiátrico. Incluso, en 1979 un estudio en el medio académico de alto impacto The New England Journal of Medicine asociaba déficits psicológicos y del desempeño escolar en los niños con los niveles de plomo en la dentina.

Los efectos del plomo en el cerebro

Desde entonces, la idea de que la contaminación del plomo es nociva para muchos órganos del cuerpo (y destacadamente la asociación con ciertas alteraciones del desarrollo neurológico cuando la exposición se produce en la infancia) ha adquirido carácter de consenso científico.

Específicamente, otro artículo en The New England Journal of Medicine relacionó en 1992 cada incremento de dos µg/dL (microgramos por decilitro) de plomo en sangre con una disminución de dos puntos en la escala de coeficiente intelectual (IQ) en niños. También, al menos desde 2006, se ha asociado la exposición a los contaminantes con plomo con el TDAH (como ilustra un estudio en Environmental Health Perspectives) y con un incremento en el comportamiento antisocial, los síntomas depresivos, los trastornos de ansiedad, la depresión y comportamientos impulsivos como la violencia y la agresividad (según una investigación en Reviews on Environmental Health).

El mecanismo propuesto para la asociación entre la exposición al plomo y la conducta violenta o antisocial parte de los daños neuronales y las alteraciones de la neurotransmisión que se han observado en modelos animales expuestos a la contaminación por plomo (por ejemplo, como refleja un trabajo publicado en 2019 en Cell Bilogy International). La idea es que, cuando estos daños se producen en ciertas áreas del cerebro implicadas en la modulación de la conducta agresiva, pueden incrementarse esta clase de comportamientos.

Aquí juegan un papel fundamental los estudios sobre animales, que en otras áreas son tan sólo el paso preliminar a las investigaciones sobre humanos. Este método permite descartar factores sociales exclusivos del ser humano que puedan relacionarse tanto con una mayor exposición a los contaminantes de plomo como a las conductas agresivas. Y, convenientemente, esta clase de trabajos en este caso también apoyan una asociación entre la exposición a la contaminación por plomo y las conductas agresivas (según muestra por ejemplo un artículo de 2003 en Environmental Research).

El origen de la hipótesis

Como tal, la hipótesis de que existe una relación entre la exposición a la contaminación por plomo y las tasas de crímenes violentos puede rastrearse a un artículo publicado en el año 2000 por Rick Nevin, consejero del Departamento de Estado de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos, en el medio científico Environmental Research

Nevin se encontraba estudiando el efecto que la pintura con plomo empleada en muchos hogares norteamericanos podía tener en el desarrollo de los niños (y concretamente en sus probabilidades de convertirse en delincuentes juveniles más adelante en su vida) y se dió cuenta de que la mayor parte de la contaminación por plomo no procedía de esa fuente, sino más bien del uso de gasolina con plomo que había crecido ininterrumpidamente entre las décadas de los 40 y los 70 en Estados Unidos, para después desplomarse gracias a la irrupción de combustibles sin plomo y a las regulaciones sobre contaminación.

Así, este investigador comparó la evolución de la criminalidad en los Estados Unidos con la del uso de gasolina con plomo, añadiendo un retraso de cerca de dos décadas (teniendo en cuenta que los supuestos efectos de la exposición al plomo en la infancia afectarían a la conducta de esos niños una vez que fueran jóvenes) y encontró una correlación sorprendente, demasiado robusta como para ignorarla.

La idea toma fuerza

En última instancia, la hipótesis de Nevin se basa en una correlación entre dos fenómenos, y por tanto no demuestra que exista una causalidad entre ellos. Precisamente por ello, inicialmente su recibimiento entre los científicos fue bastante frío.

No obstante, a medida que se fueron publicando investigaciones sobre la cuestión comenzaron a hacerse visibles las fortalezas de la teoría. Por ejemplo, estudios posteriores (y notablemente los publicados por Jessica Wolpaw Reyes en American Economic Research y por el propio Nevin en Environmental Research ) mostraron que la hipótesis podía ayudar a predecir, acertadamente, la variación en las tasas de criminalidad en diferentes zonas geográficas con distintos niveles de contaminación por plomo, ajustando algunos de los principales factores socioeconómicos.

El resultado final es que contamos con estudios llevados a cabo a nivel internacional, nacional, estatal, municipal e individual que concluyen de manera convincente que la exposición al plomo se relaciona con una mayor probabilidad de participar en sucesos violentos, con lo que la hipótesis toma una gran fuerza a nivel científico. Incluso existen mecanismos causales plausibles propuestos. Quizás no existe consenso en hasta qué punto la variabilidad en la criminalidad se explica por los cambios en la contaminación ambiental por plomo (las estimaciones más optimistas citadas apuntan hasta un 90% ajustando otros factores, mientras que otros cálculos son mucho más conservadores) pero, en este punto, se vuelve difícil negar la asociación entre los dos fenómenos.

Además, la hipótesis tiene otros puntos brillantes. No es mutuamente excluyente con otros factores que pueden afectar a las tasas de criminalidad (como el efecto de los niveles socioeconómicos y de vida, o con las evidencias que apuntan a que la despenalización del aborto reducen la tasa de criminalidad), por lo que puede coexistir con ellos. También es consistente con el hecho de que la diferencia en Estados Unidos en las tasas de homicidios según la densidad de población (que era muy superior en las áreas más densamente pobladas y por tanto con mayor uso de gasolina con plomo) prácticamente haya desaparecido desde la década de los noventa, como constata Kevin Drum en la revista Mother Jones.

A la raíz del problema

Al final, lo que esta teoría enseña es la importancia de atacar las causas últimas de la criminalidad. Tenemos evidencias de que existen muchos factores sociales y ambientales que influyen de manera determinante en las tasas de criminalidad (incluyendo los crímenes violentos) y el ejemplo del plomo evidencia que actuar sobre mediante políticas públicas dirigidas a eliminar estos factores ofrece una clara recompensa en términos sociales.

Existen actuaciones sobre el crimen (como la política penitenciaria o el incremento del gasto y la presencia policial) que quizás puedan ofrecer una respuesta a la criminalidad en términos inmediatos (o, más comúnmente, después de que se produzca; tampoco está del todo claro científicamente hasta qué punto estas intervenciones previenen el crimen violento), pero mientras persistan las causas raíz (sean daños neurológicos que potencian las conductas violentas o una pobreza estructural que motive hurtos de subsistencia) es difícil eliminar o mitigar una carga social tan grande como es la criminalidad.

El caso de la gasolina con plomo apunta en una dirección clara: a veces políticas aparentemente inocentes como reducir la contaminación ambiental o mejorar la calidad de vida y la salud de las personas constituyen la mejor herramienta para prevenir la criminalidad y mejorar la convivencia en nuestras sociedades.

Referencias

ONU Programa para el medio ambiente (2021). El mundo pone fin a la era de la gasolina con plomo y elimina una grave amenaza para la salud humana y ambiental. Consultado online en https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/el-mundo-pone-fin-la-era-de-la-gasolina-con-plomo-y el 16 de mayo de 2024.

A.D. Beattie, M.R. Moore, A. Goldberg. Tetraethyl-Lead Poisoning. The Lancet (1972). DOI: https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(72)91276-7/fulltext

Needleman HL, Gunnoe C, Leviton A, Reed R, Peresie H, Maher C, Barrett P. Deficits in psychologic and classroom performance of children with elevated dentine lead levels. New England Journal of Medicine (1979). DOI: 10.1056/NEJM197903293001301

Baghurst PA, McMichael AJ, Wigg NR, Vimpani GV, Robertson EF, Roberts RJ, Tong SL. Environmental exposure to lead and children's intelligence at the age of seven years. The Port Pirie Cohort Study. New England Journal of Medicine (1992). DOI: 10.1056/NEJM199210293271805

Braun, J.M., Kahn, R.S., Froehlich, T., Auinger, P., Lanphear, B.P.  Exposures to environmental toxicants and attention deficit hyperactivity disorder in U.S. children. Environmental Health Perspectives (2006). DOI: 10.1289/ehp.9478 

Lawrence Hwang. Environmental stressors and violence: lead and polychlorinated biphenyls. Reviews on Environmental Health (2007). DOI:10.1515/reveh.2007.22.4.313

Villa-Cedillo SA, Nava-Hernández MP, Soto-Domínguez A, Hernández-Ibarra JA, Perez-Trujillo JJ, Saucedo-Cárdenas O. Neurodegeneration, demyelination, and astrogliosis in rat spinal cord by chronic lead treatment. Cell Biology International. DOI: 10.1002/cbin.11147

Li W, Han S, Gregg TR, Kemp FW, Davidow AL, Louria DB, Siegel A, Bogden JD. Lead exposure potentiates predatory attack behavior in the cat. Environmental Research (2003). DOI: 10.1016/s0013-9351(02)00083-x. 

Rick Nevin. How Lead Exposure Relates to Temporal Changes in IQ, Violent Crime, and Unwed Pregnancy. Environmental Research (2000). DOI: https://doi.org/10.1006/enrs.1999.4045

Jessica Wolpaw Reyes. Environmental Policy as Social Policy? the Impact of Childhood Lead Exposure on Crime. American Economic Research (2007). DOI: 10.1257/aer.97.2.407

Rick Nevin. Understanding international crime trends: the legacy of preschool lead exposure. Environmental Research (2007). DOI: 10.1016/j.envres.2007.02.008

Kevin Drum. Lead: America’s Real Criminal Element. Mother Jones (2013). Consultado online en https://www.motherjones.com/environment/2016/02/lead-exposure-gasoline-crime-increase-children-health/

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Jorge García
Redactor de Salud '20minutos'

Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual, trabajo como redactor de Salud dentro del equipo de Desarrollo de Audiencias para 20minutos. Comencé mi andadura en el periodismo haciendo prácticas y una beca en la sección de Última Hora de este medio, y tras graduarme en 2020 pasé por la sección de Cierre de la Edición en Papel. Además, tengo experiencia profesional como diseñador gráfico y web y como editor de vídeo. Mi gran pasión es la música, pero también me interesan áreas tan diversas como la literatura y las artes, las ciencias o la política, y soy un gran amante de los animales.

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