¿Cuándo debemos preocuparnos por los vómitos del bebé?

Un bebé llorando.
Un bebé llorando.
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Un bebé llorando.

Como padres, es muy normal que en sus primeros meses y años de vida estemos todo el rato encima y pendientes de nuestro bebé y prestemos gran atención a todo lo que le pasa, para comprobar que su salud está correctamente.

Una de las cosas que en un primer momento podría alarmarnos un poco son los vómitos, ya que cuando los adultos (o los niños más mayores) los padecemos suelen ser síntoma de algún problema, aunque no sea grave.

¿Cuándo hay que preocuparse?

Lo primero que hay que saber distinguir es lo que conocemos como regurgitación de los vómitos propiamente dichos, ya que mientras que la primera es algo totalmente normal, lo segundo suele ser síntoma de algún trastorno.

La regurgitación sucede cuando los bebés devuelven una parte de la comida recién ingerida, normalmente al eructar. Esto se produce, como decíamos, justo después de comer, y normalmente se debe a que el niño ha comido muy rápido, mucha cantidad o a que ha tragado aire al comer.

Normalmente, la regurgitación no resulta demasiado molesta para el propio niño, con lo que no le veremos manifestar demasiado desagrado.

Los vómitos, por el contrario, son una expulsión del contenido del estómago mucho más violenta y espasmódica, y normalmente presentan colores o consistencias anormales. En caso de vómito, sí que es corriente que el bebé manifieste mucho más malestar, en la forma de llanto persistente e irritabilidad.

¿Cuándo ir al médico?

En el caso de los bebés, los vómitos, aunque no necesariamente sean síntoma de una enfermedad demasiado grave, muchas veces requieren ser vigilados por un médico.

Según la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas, deberíamos acudir a urgencias cuando:

  • El niño sea menor de tres meses y ha vomitado dos o más tomas.
  • El niño no tolere sólidos ni líquidos o continúe vomitando aunque no tome nada.
  • Los vómitos sean verdosos, contienen sangre o parezcan posos de café.
  • El niño esté adormilado, decaído, tenga mucha sed, tenga los ojos hundidos, llore sin lágrimas u orine poco.
  • El niño manifieste mucho dolor abdominal o de cabeza.

Si no se cumple alguno de estos criterios, lo mejor que podemos hacer es evitar la deshidratación ofreciéndole líquidos azucarados en pequeñas cantidades, administrarle soluciones de rehidratación de venta en farmacias y estar atentos a los signos que muestgre.

20minutos

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