Dismorfia corporal, el trastorno por el que solo vemos nuestros defectos: ¿qué es y por qué aumentan los casos?

  • Las personas con trastorno dismórfico corporal (TDC) tienen autopercepción distorsionada de la propia imagen y magnifican cualquier pequeño defecto. 
No sentirse bien con el propio cuerpo daña de forma importante la autoestima.
No sentirse bien con el propio cuerpo daña de forma importante la autoestima.
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No sentirse bien con el propio cuerpo daña de forma importante la autoestima.

La dismorfia corporal -conocida también como trastorno dismórfico corporal (TDC)- es un tipo de trastorno obsesivo-compulsivo que “empuja” a las personas a buscar la perfección estética. Esto les lleva muchas veces a tener una autopercepción distorsionada de la propia imagen y que un pequeño defecto -o uno que ni siquiera existe- sea percibido como una alteración muy grave. Las personas afectadas se obsesionan con esas imperfecciones hasta llegar, por ejemplo, a desarrollar cuadros de ansiedad y, si se lo pueden permitir, a someterse a continuas cirugías estéticas con las que nunca quedan satisfechos, “no puede evitar fijarse constantemente en ese rasgo, se angustia ante la creencia de que los demás también lo perciben y pone en marcha intentos de todo tipo para ocultarlo o corregirlo”, cuenta Rafael San Román, psicólogo de ifeel.

El uso de las RRSS puede exacerbar la observación hiperanalítica del aspecto físico y las comparaciones con referentes inalcanzables o poco realistas

Tras la retirada de las mascarillas, este trastorno ha aumentado, lo que se ha notado en la demanda de tratamientos de cirugía y medicina estética en el rostro, “al retirar la mascarilla, hay un mayor interés por realizarse tratamientos estéticos, y hemos notado un aumento de consultas tanto de tratamientos corporales como de faciales”, asegura Cristina Álvarez, experta en estética.

La adolescencia y las redes, claves para la aparición de un trastorno dismórfico corporal

Aunque cualquier persona puede desarrollar TDC -se calcula que afecta 1 de cada 50 individuos- hay características que hacen a algunas personas más vulnerables a padecerlo, como la adolescencia, que es la edad en la que, según un artículo de El Sevier suele aparecer este trastorno. Además, en Cristina Álvarez han notado que determinados tratamientos estéticos son demandados por “personas con un perfil digital muy activo que han pasado meses interactuando a través de pantallas. El uso de filtros transformadores, que devuelven una imagen más tersa, unificada y luminosa del rostro, puede impulsar el interés por lograr esa imagen ‘efecto buena cara’ en nuestro día a día”, cuenta.

Rafael San Román también coincide en la adolescencia y las redes sociales son claves en la aparición de este trastorno, “los adolescentes tienden de por sí a observarse mucho, tienen un aspecto en evolución, poco estable, y tienden a sentirse insatisfechos o inseguros con él. Si tienen a mano recursos del tipo clínicas de estética es más probable que recurran a ellos, aunque no debemos pensar que todos los que lo hacen presentan un trastorno. Además, el uso que hacen algunas personas de las RRSS puede exacerbar la observación hiperanalítica del aspecto físico, las comparaciones con referentes inalcanzables o poco realistas y, por eso la preocupación por tal o cual rasgo físico en la persona. Pero de ahí a desarrollar un trastorno mental hay un trecho”. Y es que, aunque pueden influir, no todas las personas que usan redes sociales, ni mucho menos, van a desarrollar un TDC.

Cómo se localiza y trata un trastorno de dismorfia

Los trastornos de dismorfia siempre tienen que ser tratados y diagnosticados por un profesional de la salud mental, ya sea un psicólogo, un psiquiatra o ambos. Sin embargo, los centros de estética tienen una importante labor en este aspecto, pues pueden localizar o sospechar de casos de dismorfia, “los psiquiatras y psicólogos son los que pueden diagnosticar este trastorno, pero, los pacientes están convencidos de que la solución pasa por mejorar su imagen, de manera que podemos encontrarnos con algún caso”. Cuando esto ocurre, por responsabilidad, suelen alertar al paciente, “el profesional de la estética es responsable de gestionar las expectativas del paciente, explicando las mejoras que sí se pueden abordar con tratamientos de cabina. Por eso, siempre que recibimos un paciente realizamos una entrevista en profundidad para conocer sus expectativas. En un cuadro de trastorno de dismorfia, la persona está convencida de que su problema es físico y acude a clínicas de estética, a dermatólogos o dentistas en lugar de visitar la consulta de un psicólogo. Al no tratar el origen real del problema, estas personas no consiguen superar su complejo por muchos tratamientos de estética, retoques o intervenciones quirúrgicas a las que se sometan, creando insatisfacción y frustración”, reconoce Álvarez.

Para localizar el trastorno, se recomienda que el entorno esté atento a los siguientes síntomas:

•Camuflarse, es decir, intentar tapar los supuestos defectos de manera compulsiva, ya sea con maquillaje, ropa...

•Compararse con los demás.

•Comprobar continuamente su aspecto físico delante de un espejo y sentir tienen sentimientos de vergüenza, asco, desesperanza, depresión, enfado y ansiedad.

•Realizar determinadas conductas de manera excesiva, como hurgarse la piel, limpiarse, hacer ejercicio de manera excesiva, cambiarse de ropa con mucha frecuencia, etc.

Los centros de estética pueden hablar con los pacientes, pero siempre quedará en manos de estos reconocer o no que tienen un problema y pedir ayuda. Hay que estar atentos, según san Román, “al nivel de angustia que puede llegar a provocar un rasgo físico o facial, la valoración exagerada que la persona le da -máxime cuando para las personas de su entorno es algo mucho más leve o, incluso, inexistente- y el nivel de funcionalidad de los intentos que hace la persona por disimularlo o corregirlo. Por ejemplo, plantearme una operación quirúrgica -que tiene costes y tienes riesgos- para corregir un lunar diminuto, o una arruga no sé dónde, igual debe hacer saltar alguna alarma”, advierte. Y es que, “si el rasgo que se pretende corregir es ínfimo o inexistente no habrá ninguna operación que pueda modificarlo y es probable que se inicie una dinámica de tratamientos infructuosos que difícilmente van a paliar la angustia de la persona”.

Estas personas no consiguen superar su complejo por muchas intervenciones quirúrgicas a las que se sometan, lo que les crea insatisfacción y frustración

Es muy importante diagnosticar este trastorno, pues, bajo la apariencia de una persona superficial o demasiado preocupada por su físico, puede esconderse un trastorno que puede afectar mucho a la calidad de vida de las personas, pues puede haber detrás un trastorno de ansiedad generalizada, depresión, fobia social e incluso esquizofrenia.

En cuanto al tratamiento, depende del paciente, de los síntomas que presente y las consecuencias de estos, “en algunos casos bastará con terapia psicológica y otros requieren acompañarla con medicación, como sucede con otros trastornos de salud mental”, añade Rafael San Román. 

Referencia científica

- Perkins, Amanda (2019). Trastorno dismórfico corporal. La búsqueda de la perfección. El Sevier, Revista Nursing. Vol. 36. Núm. 6. 16-20

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