¿Niños con miedo a las agujas? Consejos para superarlo y que no pase a ser fobia

  • Es normal que los niños tengan miedo a las agujas, pero si no lo combatimos a tiempo, este miedo puede transformarse en tripanofobia, o fobia a las agujas.
  • El miedo al dolor es la principal causa de la fobia. Si lo reducimos, será más fácil que superen ese miedo.
Meningitis en niños, la vacuna es imprescindible
Combatir el miedo a las agujas en la infancia es imprescindible para evitar fobias futuras.
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Meningitis en niños, la vacuna es imprescindible

Según algunos estudios, hasta el 25% de la población tendría miedo a las agujas, una fobia incontrolable que provoca que, a la hora de enfrentarnos a una inyección sintamos sudoración nerviosismo, náuseas… e incluso ataques de pánicos en las situaciones más extremas. Este miedo irracional, conocido como tripanofobia, puede llevar en muchas cosas que las personas evitan ponerse inyecciones, vacunas o hacerse análisis, lo que puede suponer un grave problema de salud para ellos.

Esta fobia a las agujas no surge de la nada, sino que se fragua en la infancia. De niños, es normal que tengamos miedo a las agujas, sobre todo a partir de los tres años, pues los niños asocian los pinchazos, especialmente los de las vacunas, al dolor, y es lógico que no quieran experimentar dolor. Si este miedo persiste en el tiempo, incluso en la edad adulta, se debe, probablemente, a que no supimos gestionar este miedo infantil o porque el niño tuvo experiencias traumáticas en el momento de recibir pinchazos e inyecciones de pequeño. Por tanto, para evitar que el miedo a las agujas se prolongue más de lo debido, debemos cuidar desde pequeños el momento en el que los niños se enfrentan a las agujas.

La clave: minimizar el dolor

Los niños, con razón, suelen asociar agujas con dolor. Y es que, no podemos negar que, aunque sea un dolor llevadero y breve, que te claven una aguja para vacunarte, hacerte un análisis o ponerte una inyección, duele, y hay niños que son muy sensibles al dolor. Por tanto, es normal que quieran evitar las cosas que les hacen daño. Si minimizamos este dolor al máximo, conseguiremos que sea una experiencia menos desagradable y que no se les quede grabado en la memoria como algo que debemos evitar a toda costa.

Dependiendo de la edad, podemos llevar a cabo algunas estrategias, como nos explica la Asociación Española de Pediatría en su web En familia.

En bebes y lactantes, podemos:

•Cogerlo en brazos. En lugar en el que un bebé se siente más seguro y relajado es en brazos, sobre todo los de sus padres. Además, se ha demostrado científicamente que el contacto piel con piel, no solo minimiza el dolor, sino que les proporciona consuelo.

•Darles de mamar. Si el niño toma pecho, la mejor manera de distraerle y calmarle es dándole de mamar, tanto antes, como durante y después de los pinchazos. Esto, además de proporcionar los beneficios arriba descritos por estar en contacto piel con piel con su madre, les distrae y les proporciona algo agradable y dulce, que es la leche materna.

•Líquidos dulces. En caso de que el bebé no tome pecho, ayuda a calmar su dolor darle algo dulce durante el pinchazo. En las consultas pediátricas tienen muchas veces preparados pequeños -de unos 2 ml.- de sacarosa para dar a cuentagotas. Estos preparados son muy socorridos, pero hay que recurrir a ellos solo en las ocasiones en las que sea imprescindible.

•Técnicas de distracción. A niños ya de algunos meses les suele gustar mucho que les canten, les pongan imágenes, sonidos… Usar juguetes con estas características mientras les pinchan puede ayudar a distraerlos y a que noten menos el dolor.

Niños pequeños, hasta los 6 años. Esta es una edad crítica, pues, además de que tienen la capacidad de comprensión y anticipación necesaria para saber lo que va a ocurrir, pueden tener rabietas y todavía no controlan bien sus impulsos. En este caso, para reducir su dolor, podemos:

•Anticiparles y explicarles muy bien dónde va, lo que va ocurrir, por qué se hay que ponerse una inyección, etc. Con un día es suficiente, para que no esté inquieto desde muchos días antes.

•Técnicas de distracción. En el caso de los niños pequeños, pueden llevarse su muñeco favorito, algún objeto de apego que le haga sentir protegido, acompañados, calmado… También se le puede distraer con pompas de jabón, un globo, contándoles algo gracioso, una pantalla con sus dibujos favoritos, pedirle que cuente hasta 10, que sople, darles un dulce…

•Posición erguida o sentados, no tumbados. La posición de tumbados suele ponerles más tensos y estar sentados evita que, al levantarse, se sientan mareados. Sentarse sobre las rodillas de sus padres para que se sientan más acompañados también es una buena opción.

•Anestésicos tópicos. En caso de que estén muy nerviosos o sean muy sensibles al dolor, se puede optar por usar anestésicos tópicos, que son muy seguros y eficaces desde edades tempranas, aunque precisan de receta médica.

•Aliviar el dolor después. Aliviar o evitar las molestias posteriores también es importante, y para ello, desde el Comité asesor de vacunas de la AEP recomienda aplicar hielo, pues “el frío local, aplicado lo más precozmente posible reduce la intensidad y acorta la duración de estos síntomas. El calor local está siempre contraindicado”.

En caso de niños mayores o incluso adolescentes, para aliviar su dolor, solo deberemos adaptar las estrategias usadas con los niños pequeños. Así, en lugar de un hacer pompas o cantarle una canción, podemos dejar que se lleven una consola, unos auriculares, el móvil, etc.

Otros trucos para evitar que sea una experiencia traumática

Además de aliviar el dolo durante la inyección, hay otras estrategias que podemos llevar a cabo para aliviar su angustia a la hora de enfrentarse a los pinchazos.

•Explicarles por qué es bueno para ellos. A partir de cierta edad, los niños son capaces de comprender por qué hay que hacer ciertas cosas, aunque no nos gusten. Si les explicamos por qué es importante que se vacunen (para no ponerse enfermos) o se inyecten cierta medicación (para curarse), es más fácil que accedan a ponérsela.

•Explicarles cómo va a ser. Explicarles todo el proceso les tranquilizará. Si el enfermero nos deja, podemos enseñarle la jeringuilla antes, dejarles que la toquen con cuidado, etc.

•Decirles siempre la verdad. Nada de mentirles para que no se asusten previamente, pues en el momento de ponerles la inyección se pondrán nerviosos de repente. Tampoco podemos decirles que no les va a doler porque enseguida comprobarán que es mentira, y perderán confianza en nosotros y en las inyecciones. Podemos decirles, por ejemplo, que si siguen determinados consejos le dolerá menos, que será muy breve… pero nunca mentirles.

•Premiarlos. Después del pinchazo podemos darles pequeños premios con algo que les guste mucho, un pequeño dulce, una pegatina, jugar a un juego, ir al parque… para que asocien, en un futuro, los pinchazos con algo agradable. También debemos felicitarlo por su comportamiento.

•Nunca reprocharles su miedo, su comportamiento… sino todo lo contrario. Tienen que sentirse comprendidos, acompañados… Debemos hacerle entender que no pasa nada, pero que si, aun así, tiene miedo, estamos para acompañarlo y aliviar su miedo y su dolor.

•Convertir el pinchazo en un reto, un juego. A los niños les encanta sentir que superar obstáculos, que cumplen objetivos, que crecen, que se hacen mayores… 

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