¿Por qué el orgasmo es sano y necesario para nuestras vidas?

Una pareja besándose.
Una pareja besándose.
UNSPLASH
Una pareja besándose.

Los procesos biológicos rara vez son casuales, así que debería decirnos algo el hecho de que los orgasmos sean uno de los mayores placeres (fisiológicos, al menos) que puede experimentar el ser humano.

Al margen de jugar un cierto papel en nuestro instinto de perpetuarnos como especie (por su puesto, no es necesario estar en pareja para alcanzarlo), se ha demostrado que el orgasmo trae asociados numerosos beneficios para nuestra salud, por lo que es saludable y natural (y hasta necesario) tratar de buscarlo con cierta frecuencia.

Los orgasmos liberan hormonas y neurotransmisores beneficiosos

El principal efecto beneficioso observado durante el orgasmo es la liberación de una serie de hormonas y neurotransmisores involucrados en diferentes procesos fisiológicos. El más importante de estos es la dopamina, responsable de los centros de recompensa y placer en el cerebro (y la principal razón detrás de que el orgasmo resulte tan placentero). Otros ejemplos son la oxitocina y la prolactina, que cumplen un papel fundamental en el establecimiento de relaciones afectivas con otras personas; o la adrenalina y la noradrenalina, que incrementan la frecuencia cardíaca entre otros procesos.

Los resultados de toda esta actividad son variados y van desde una mejora de la calidad del sueño (gracias al efecto calmante de algunas de estas sustancias como la oxitocina) a la reducción de la tensión sanguínea o a efectos analgésicos en personas que sientan dolor.

Todo ello, en el largo plazo, provoca mejoras en aspectos de la salud cardiovascular (a lo que se añadirían los beneficios del ejercicio físico empleado para alcanzarlo) o en la tolerancia y los niveles de dolor.

El orgasmo tiene también efectos positivos sobre el propio sistema reproductor. En el caso de los hombres, una investigación de 2016 realizado sobre 32.000 pacientes encontró que los hombres que eyaculaban de media 20 veces o más al mes tenían un 20% menos de probabilidades de desarrollar cáncer de próstata. En el de las mujeres, los orgasmos frecuentes ayudan a reforzar y ejercitar los músculos del suelo pélvico, como describió un trabajo de 2008, lo que se asocia a una reducción de ciertas molestias típicas de la menopausia.

La actividad sexual puede mejorar la salud mental

A medio y largo plazo, además, y gracias también en buena medida a la liberación de hormonas y neurotransmisores previamente mencionada, tener orgasmos con frecuencia se ha relacionado con una serie de efectos beneficiosos sobre la salud mental.

Así, algunos estudios han descrito relaciones entre la frecuencia con la que las personas tienen orgasmos y una mejora de la autoestima; otros encontraron que los orgasmos reducen los niveles de estrés, lo que a su vez puede ayudar a prevenir o aliviar trastornos psiquiátricos como la ansiedad o la depresión (aunque nunca como sustitución de atención especializada o tratamiento prescrito por un facultativo).

Se han sugerido efectos positivos en el sistema inmune

Finalmente, existe una serie de pequeñas investigaciones que han apuntado hacia una serie de posibles efectos positivos sobre el sistema inmune, si bien se trata de estudios de alcance bastante limitado por lo que, aunque pueden servir de punto de partida para futuros estudios, no deben ser aún consideradas como definitivas.

Por ejemplo, se ha sugerido que los orgasmos aumentan los niveles de determinados elementos del sistema inmune en el torrente sanguíneo. Particularmente, un trabajo publicado en 2004 en el medio especializado Neuroimmunomodulation concluyó que el orgasmo producía un aumento de leucocitos en sangre. Con todo, la investigación se realizó únicamente sobre once participantes masculinos, por lo que no es necesariamente significativa ni extensible a las mujeres.

De la misma manera, otra investigación también de 2004 (e igualmente sobre una cohorte poco significativa, de 112 personas) encontró que las personas que mantenían actividad sexual frecuente (y por ello, presumiblemente, tenían orgasmos con mayor frecuencia) mostraban una mayor concentración de inmunoglobulina A en sangre que quienes no tenían actividad sexual o la tenían de forma ocasional. 

Lo que sí ha quedado demostrado es que los efectos negativos de tener orgasmos frecuentemente son nulos o en todo caso anecdóticos; por ello, buscarlos, sea en pareja o en solitario, es una actividad recomendable, saludable y placentera.

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