Así es la enfermedad que produce la exposición a la radiación en los casos de accidente nuclear

Mano de Harry K. Daghlian, fallecido por radiotoxemia por un accidente como parte del Proyecto Manhattan.
Mano de Harry K. Daghlian, fallecido por radiotoxemia por un accidente como parte del Proyecto Manhattan.
USA - MANHATTAN PROJECT / WIKIMEDIA COMMONS
Mano de Harry K. Daghlian, fallecido por radiotoxemia por un accidente como parte del Proyecto Manhattan.

La invasión rusa de Ucrania y los combates por determinadas centrales nucleares, como las de Zaporiyia y Chernóbil, han despertado de nuevo un miedo reminiscente de los días de la guerra fría: el de un ataque o un accidente nuclear.

Y es que, si bien la energía nuclear es una tecnología con un gran potencial en muchos sentidos, también está cargada de graves riesgos para las personas y el medio ambiente. Uno de los más inmediatos es el síndrome de irradiación aguda o radiotoxemia, la enfermedad que provoca en los seres humanos la exposición directa a la radiación.

¿Qué es el síndrome de irradiación aguda?

El síndrome de irradiación aguda es una enfermedad grave provocada por la exposición a niveles elevados de radiación, usualmente por un periodo corto de tiempo. Es decir, depende en gran medida de la cantidad de radiación absorbida por el cuerpo, lo que se conoce como dosis de radiación.

En resumen, aparece cuando la persona afectada ha recibido una dosis alta de radiación, esta ha llegado a los órganos internos (es penetrante), la recibe el cuerpo entero y se recibe en poco tiempo (en unos pocos minutos). Debido a que las fuentes naturales de radiación no suelen ser lo bastante intensas como para provocar este síndrome, la mayoría de los casos se deben a accidentes nucleares graves en centrales nucleares o laboratorios, exposición a yacimientos, vertidos o instrumental radiactivo o a una explosión atómica.

¿Cuáles son sus síntomas?

Los síntomas de la radiotoxemia son muy variados y afectan a diferentes sistemas del cuerpo humano. Normalmente se presentan en varias fases diferenciadas.

La primera de estas fases está caracterizada por náuseas, vómitos, cefaleas y diarrea. Comienza entre unos pocos minutos y unos pocos días después de la exposición, y la sintomatología puede ser intermitente.

Tras estos signos, no es raro que la persona experimente una mejoría e incluso permanezca un tiempo sin síntomas, lo que puede resultar engañoso; posteriormente, comienza un segundo proceso con síntomas variables en función de la dosis de radiación recibida.

Concretamente, la enfermedad se manifiesta en este punto con pérdida de apetito, fatiga, náuseas, vómitos, diarrea y en algunos casos daños en la piel (enrojecimiento, hinchazón, picazón, ampollas, úlceras), hemorragia interna, caída del cabello, problemas dentales y hasta convulsiones y coma.

Esta fase puede durar entre varias horas y varios meses, y en muchos casos puede resultar mortal. Incluso cuando se produce la recuperación, los daños en la piel pueden seguir siendo visibles durante un tiempo y el pelo puede tardar semanas en volver a brotar.

¿Cómo se trata?

La estrategia frente al síndrome de irradiación aguda se basa principalmente en atajar las distintas complicaciones que puedan ir surgiendo y esperar a la recuperación.

Así, por ejemplo, puede ser necesario aliviar las lesiones y quemaduras, mantener la hidratación del paciente y tratar infecciones oportunistas que se presenten a causa de los daños sufridos.

El pronóstico depende en gran medida de la dosis de radiación recibida y de si se ha producido destrucción de la médula ósea, que suele ser la principal causa de mortalidad en el síndrome de irradiación aguda. La recuperación completa del paciente puede llevar varios años.

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