Bultos en el cuello: cómo saber si los produce una contractura o son algo más grave

Trabajar delante del ordenador puede acarrear dolencias en el cuello y la espalda.
Trabajar delante del ordenador puede acarrear dolencias en el cuello y la espalda.
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Trabajar delante del ordenador puede acarrear dolencias en el cuello y la espalda.

El cuello es una estructura en las que confluyen muchos tejidos distintos, desde huesos y músculos, hasta la laringe, la faringe, la tiroides, la tráquea, varios ganglios linfáticos, la médula espinal… Además, es una zona del cuerpo muy propensa a sobrecargarse debido a malas posturas, el estrés o a cargar peso de manera incorrecta.

Viendo todo lo que ocurre alrededor de nuestro cuello, no es de extrañar que sea bastante habitual que presentemos molestias en esta zona de nuestro cuerpo, ya sea en forma de dolor, rigidez o bultos y protuberancias. Aunque en la mayoría de las ocasiones se deberán a causas comunes y /o benignas, en otras pueden esconder otras más graves. Veamos las causas más frecuentes de bultos en el cuello y cómo diferenciarlas.

Ganglios inflamados

Tener los ganglios inflamados (adenopatías) es bastante habitual, especialmente en los niños. La causa más común de la inflamación de los ganglios del cuello son las infecciones en la zona, especialmente la faringitis, la amigdalitis, infecciones de oído, en la piel, boca, glándulas salivares… Cuando se trata de infecciones, y además bacterianas, suelen mejorar rápidamente con antibióticos y antiinflamatorios. Los ganglios también son blandos, dolorosos al tacto y móviles. En caso de que no desaparezcan a las pocas semanas, sean rígidos, estén inflamados otros ganglios cercanos, crezcan y no duelan habría que consultar al médico, pues pueden ser signos de malignidad, como linfomas.

Contracturas musculares

Debido a malas posturas, al estrés, a levantar peso de manera poco adecuada… pueden aparecer contracturas en distintas partes del cuello, las temidas tortícolis, que, además de dolor, pueden producir protuberancias y abultamientos. Aunque pueden llegar a ser muy molestas y dolorosas y afectar incluso a la movilidad, son benignas y mejoran con la aplicación de calor seco, estiramiento, relajantes musculares y tratamientos de fisioterapia. Para diferenciarlo de otras patologías más serias tenemos que fijarnos si es doloroso al tacto y al movimiento y si mejora con el reposo o los tratamientos antes mencionados. Además, lo normal es que las protuberancias por contracturas estén detrás o a los lados, raramente delante. También pueden ir acompañadas de otros síntomas, como hormigueos en las manos o cefaleas. Si la protuberancia no mejora o está en la parte delantera, debemos acudir a un médico, pues puede que la causa no sea muscular.

Quistes epidérmicos

Los quistes son protuberancias que forman debajo de la piel a veces tras un problema de eccema, psoriasis, una infección… Suelen crecer lentamente y ser duros al tacto. Se extirpan fácilmente.

Lipomas

Los lipomas son bultos o tumores benignos de grasa que no duelen -a no ser que toquen un nervio- y son blandos y suaves al tacto. El cuello y la espalda son los lugares en los que son más frecuentes. En general, se extirpan quirúrgicamente con facilidad.

Problemas en la tiroides

Los problemas en la tiroides son bastante frecuentes, y se suelen presentan en forma de inflamación o abultamiento en la parte baja y delantera del cuello. Las causas más frecuentes son el hipotiroidismo y el hipertiroidismo y los nódulos. También puede ser debido al cáncer de tiroides, pero es menos frecuente.

Signos de alerta a los que estar atentos

En general, la mayoría de los bultos en el cuello son benignos y fácilmente tratables o extirpables, pero debemos estar atentos, pues en ocasiones pueden ser el signo de patologías más graves, como cáncer de tiroides, laringe o linfomas, entre otras patologías. Por este motivo, tenemos que acudir al médico lo antes posible si se dan alguna de las siguientes circunstancias:

•Los bultos o inflamaciones no desaparecen en dos semanas, con o sin tratamiento.

•Si tenemos el cuello muy rígido.

•Crecen, son duros, no son muy móviles y no son dolorosos al tacto.

•Están acompañados de fiebre o malestar general.

•Tenemos otros bultos en zonas cercanas, como las clavículas.

•Ocasionan molestias y dificultades el tragar.

•Son grandes, de cuatro centímetros o más.

•Se han producido cambios en nuestra voz. 

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