Lo que se esconde tras las alucinaciones y por qué aparecen en personas sanas

Las alucinaciones son un fenómeno incomprendido y estigmatizado.
Las alucinaciones son un fenómeno incomprendido y estigmatizado.
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Las alucinaciones son un fenómeno incomprendido y estigmatizado.

De entre todo el abanico de problemas que afectan a la salud mental, aquellos que tienen como síntomas las alucinaciones son quizás los que sufren el mayor estigma. Bajo simplificaciones como 'oír voces', son muchas las personas que entienden este fenómeno como signo inequívoco de 'estar loco' o, incluso, de suponer un peligro para uno mismo o para el resto.

La realidad, no obstante, es mucho más compleja. No solo es común confundir alucinaciones y otros síntomas similares, sino que además pueden tener muchas más formas y son mucho más frecuentes de lo que la sabiduría popular a menudo les adjudica.

Lo primero: ¿Qué son (exactamente) las alucinaciones?

"El concepto de alucinación", explica a 20Minutos María Such de Lorenzo-Cáceres, psicóloga del Centro Cuarzo - Psicología Científica, "ha adquirido un uso coloquial bajo el que se amparan diferentes fenómenos perceptivos que un sujeto puede referir como anómalos; es decir: como una experiencia sensorial, del entorno o de uno mismo, que difiere de la habitual".

Sin embargo, señala, "a nivel técnico, las alucinaciones se incluirían en la categoría de errores de la sensorialidad y de la percepción. Un error sensoperceptivo vendría a ser, en resumen, un fenómeno en el que un individuo refiere una experiencia sensorial (visual, auditiva, táctil…) en ausencia, a priori, de un estímulo identificable que provoque dicha experiencia. El clásico ejemplo que se nos vendría a la cabeza a la mayoría es el de ver algo que no está presente en el plano físico, u oír sonidos que no se están produciendo".

Es decir, es importante diferenciar las alucinaciones de otros fenómenos perceptivos que a menudo no se distinguen de ellas en el lenguaje coloquial, como las ilusiones (que "sí están provocadas por la presencia inicial de un estímulo", puntualiza la experta, pero a raíz de él se produce "una elaboración errónea de la información recibida por los sentidos") o los delirios (en cuyo caso "estaríamos hablando de una alteración de la construcción de la información, más que de su percepción"). Por explicarlo con ejemplos, una ilusión sería "confundir en una habitación a oscuras un bulto de ropa en una silla con una persona" y un delirio "afirmar que dicho bulto era (o podría ser) una persona o una presencia que desaparece al encender la luz".

Al margen de ello, las alucinaciones suelen tener otras características. "Otras cualidades a tener en cuenta", enumera Such, "es que las alucinaciones habitualmente son referidas como un evento 'externo' o diferenciado del individuo (es decir: la persona no las describe como una experiencia autogenerada o propia, como cuando imaginamos, por ejemplo) y con entidad, con sustancia: la experiencia alucinatoria suele ser lo suficientemente intensa como para ser confundida con una percepción 'real'". Otras cualidades son "la involuntariedad y la falta de control en su aparición" y, según ciertos enfoques, "la convicción de la persona sobre la validez de lo experimentado".

En virtud de estos elementos definitorios, las alucinaciones se pueden clasificar en distintos tipos. Como apunta la psicóloga, "habitualmente se clasifican o bien por la complejidad del producto alucinado (no es lo mismo un susurro que voces que articulan frases y no es igual un destello que una imagen corpórea), o bien en relación con los sentidos implicados en la alucinación".

"Las más conocidas por la población son las alucinaciones visuales o auditivas, pero también existen (aunque son menos frecuentes) las olfativas, gustativas o táctiles y, por último, las relacionadas con la percepción del propio cuerpo: alucinaciones de movimiento, somáticas..." concluye.

¿Quién alucina?

Al contrario de lo que indican muchas creencias generalizadas sobre los fenómenos alucinatorios, estos no siempre se encuentran ligados a problemas de salud mental. En este sentido, Such explica que "las alucinaciones, por sí mismas, no constituyen un signo de enfermedad, y deben ir acompañadas de otra serie de síntomas para determinar el motivo de su aparición, el posible proceso psicofisiológico subyacente y su pertenencia o no a un cuadro patológico". De hecho, puntualiza, "este fenómeno puede aparecer en un amplio rango de personas y situaciones, incluidas personas sanas".

"A menudo", prosigue, "asociamos alucinación con psicopatología (más concretamente, con la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos). Sin embargo, pueden aparecer, por ejemplo, en un contexto de estados fisiológicos extremos, como estados febriles, deshidratación o desnutrición, etc." 

Y añade: "Otro ejemplo podría ser las alucinaciones que experimentan algunas personas con ceguera o sordera, fruto de la deprivación sensorial. Y, por supuesto, las alucinaciones pueden surgir por daños o alteraciones del sistema nervioso, como en las migrañas, enfermedades neurodegenerativas, tumores cerebrales, epilepsia, encefalitis, delirium tremens…".

En esta línea, ayuda comprender cómo y por qué se producen las alucinaciones. "Existen varias teorías", arranca la experta, "pero actualmente existe acuerdo en que las alucinaciones se relacionan con alteraciones en los procesos de percepción y podrían suponer un intento funcional de la persona de integrar y dar un sentido coherente a dichas sensaciones desordenadas o poco equilibradas. Es por eso que la privación sensorial antes mencionada puede dar pie a su aparición".

"De hecho", finaliza, "una buena anécdota de alucinaciones en personas sin patologías físicas o psíquicas son las que refieren quienes han pasado por la llamada Cámara del Silencio, o cámara anecoica (las cámaras anecoicas son habitaciones con paredes diseñadas para lograr una alta insonorización), de los Laboratorios Orfield (Minnesota), donde la privación de sonido es de un 99%".

¿Qué significa su contenido?

De todo ello, se entiende que la relevancia clínica de la simple aparición de alucinaciones depende en buena medida del contexto en el que aparece. Pero, teniendo esto en cuenta, cabe preguntarse si su contenido (por ejemplo, qué ve o qué oye la persona que las padece) es importante para entender una posible patología subyacente (en caso de haberla) o incluso para orientar posibles terapias o comprender de la persona que las experimenta.

A este respecto, Such responde que "de nuevo, dependería de si hay otros síntomas que acompañen a las alucinaciones y, por tanto, según el tipo de patología del que estuviésemos hablando. A priori, pueden ser más relevantes la forma, la complejidad y el canal sensorial afectado por la alucinación".

"Por lo general", continúa, "las alucinaciones de tipo sencillo (como percibir destellos o colores cuando se sufre una migraña) y predominantemente visuales se asocian más a patologías de corte neurológico, mientras que las más complejas (escuchar voces, ver caras o personas, sentir que algo o alguien nos toca o nos sujeta, percibir cambios en el propio cuerpo…) tienen una mayor prevalencia en psicopatologías, principalmente (aunque no exclusivamente) en las de corte psicótico".

Es en este último marco, matiza, en el que el contenido "sí puede (y suele) resultar interesante". Si, como señalaba la psicóloga previamente, "un componente fundamental de la alucinación es el grado de convicción sobre su veracidad, validez o relevancia en el plano objetivo para la persona que las experimenta" y sabiendo que "probablemente tienen un componente funcional (el de dar un sentido, coherente para el individuo, a esas sensaciones), parece probable que ese contenido esté influenciado tanto por el estado emocional del individuo en ese momento (que puede ser placentero o muy desagradable), como por su historia personal: sus creencias, vivencias y aprendizajes".

"Por ejemplo, una de las hipótesis explicativas más conocidas de la esquizofrenia es la de la vivencia de eventos traumáticos o muy estresantes en la infancia o juventud de la persona (diferentes tipos de abuso, pérdidas significativas, etc.) que se suman a un perfil genético y neurobiológico que predispone a este estilo tan particular de procesar e integrar la información sensorial".

"No es la única explicación a un perfil patológico tan complejo, por supuesto", apostilla, "pero dado que es frecuente que estos pacientes refieran, por ejemplo, alucinaciones auditivas con voces que castigan, critican o ridiculizan y que, por otro lado, a pesar de las similitudes formales, la experiencia alucinatoria también tiene un componente muy personal para quien la vive, cabe pensar que el contenido pudiera ser relevante con relación a la historia del individuo y, por supuesto, en la medida en que resulte relevante para dicha persona".

Y reflexiona: "Creo que es razonable, respetuoso y ético darle la importancia adecuada en un contexto clínico, sí. Tanto por lo que revela en cuanto a la historia del paciente, como por las emociones que refleja o que provocan dicha experiencia"

Y, ¿Qué pasa con las alucinaciones provocadas por el uso de sustancias?

Existe un contexto en el que, sin embargo, al contenido de las alucinaciones se les ha atribuido una gran relevancia desde tiempos inmemoriales. Se trata de aquellas provocadas por el uso de sustancias psicodélicas o alucinógenas, una costumbre que ha formado parte de antiguos rituales religiosos en culturas de todo el mundo.

A pesar de esta rica historia, su popularización entre ciertos sectores de la juventud a mediados del pasado siglo ha provocado que en cambio, en la actualidad, el uso de este tipo de drogas se relacione más con el ocio adolescente o con conductas adictivas y hasta delictivas. Aún así, Such defiende que estudiar su contenido puede resultar revelador si se dan ciertas condiciones.

"Es importante aclarar primero la confusión popular que puede existir entre una alucinación y otra serie de fenómenos perceptivos que suelen darse bajo el uso de sustancias", aclara. "Seguramente, es frecuente que las personas refieran como “alucinación” lo que, en realidad, es otra categoría de experiencia sensorial alterada: la de las distorsiones perceptivas. En una distorsión perceptiva, siempre hay presente un estímulo identificable, y lo que se altera son las cualidades de dicho estímulo: tamaño, forma, colores; la propia sensorialidad del entorno o de uno mismo en ese momento… En este tipo de experiencias no alucinatorias, lo que se está viendo alterado es el proceso de integración sensorial, no el proceso de percepción en sí mismo".

Con todo, añade, "no hay motivos para descartar que, en una alucinación propiamente dicha bajo los efectos de una sustancia, el contenido pueda ser relevante. Sobre todo, será relevante en la medida en que resulte significativo para la persona".

"El mejor ejemplo de esto es lo expuesto respecto a la culturalidad de las experiencias psicóticas y de las alucinaciones en concreto: ¿En cuántas culturas sabemos que se utilizan tradicionalmente sustancias alucinógenas como mediación en rituales (por ejemplo, religiosos, lúdicos o de transición entre etapas), o con el fin de desentrañar cuestiones vitales, espirituales… o de obtener alguna clase de revelación o de respuesta?" dice.

Es decir, que "será relevante en tanto sea relevante para la persona que lo experimenta, y el grado de convicción o significado que guarde la persona sobre lo vivido".

¿Cómo actuar frente a las alucinaciones?

Sea como sea, está claro que en muchos casos detectar que estamos experimentando alucinaciones (cosa que, como hemos visto, no siempre es fácil) o que una persona cercana las padece puede ser motivo de preocupación.

Si este es el caso, la experta explica que el modo más adecuado de actuar "Depende de la edad, del contexto y del tipo de alucinación experimentado".

Por ejemplo, argumenta, "Si estamos hablando de una alucinación en un cuadro de fiebre en un niño, llamaría a la calma dado que es un fenómeno relativamente normal y sin importancia clínica (excepto que haya repeticiones en estados afebriles o en compañía de otros síntomas, en cuyo caso habría que descartar trastornos neurológicos)".

Por contra, "en personas ya adultas", prosigue, "si nunca habían sufrido una experiencia similar, y se tratan de percepciones simples, como auras, destellos, sonidos o sensaciones táctiles inconcretas… recomendaría consultar con su médico y, de nuevo, valorar la presencia de algún trastorno del sistema nervioso; sobre todo si se repiten. Y especialmente en personas de la tercera edad; para evaluar la presencia de un posible proceso neurodegenerativo (aunque suele debutar y acompañarse de otros síntomas y prolegómenos)".

En cambio, "si estamos hablando de experiencias alucinatorias más complejas, repetidas, que se acompañan de alteraciones del estado de ánimo o la conducta (ya sea una marcada tristeza o apatía, contenido en general muy negativo de los pensamientos, inseguridad o dudas respecto a los demás o a uno mismo, desconfianza, ansiedad, ideas o un discurso extraño respecto a la realidad objetiva…), recomiendo, sin ninguna duda, acudir o acompañar a la persona para recibir una valoración psiquiátrica y psicológica adecuadas cuanto antes".

En estos casos, advierte Such, podría ser que nos encontremos ante "una psicopatología de perfil psicótico (esquizofrenia, trastorno psicótico breve, trastorno delirante…) o con sintomatología psicótica (depresión psicótica, algunos trastornos bipolares…)".

"Y digo acompañar porque, por desgracia, suele ocurrir que o bien la persona trate de disimular u ocultar estos síntomas hasta que han adquirido una intensidad y gravedad relevantes, o que se muestren lo suficientemente reticentes, desconfiados o asustados como para pedir o aceptar recibir ayuda por sí mismos".

Además, hay que tener en cuenta que por las circunstancias que suelen rodear a estos problemas de salud, "junto a la escasez de recursos y de solidez en el sistema para la atención de estas psicopatologías y el tabú e incluso estigma que existen respecto a los síntomas psicóticos (en nuestra cultura y en otras)", a menudo la recepción de la ayuda adecuada es una proceso delicado y estresante tanto para los pacientes con este perfil como para sus allegados", sentencia la psicóloga.

Rompiendo los estigmas

Así, como hemos visto el desconocimiento y los prejuicios pueden provocar un dolor y una carga adicional en las personas que, por un motivo o por otro, experimentan alucinaciones y en sus seres queridos. Por eso, Such defiende que "ni muchísimo menos, la experiencia de alucinaciones es sinónimo de locura, ni tampoco, en términos generales, de peligrosidad inminente. Así como no lo son tampoco las psicopatologías donde, frecuentemente, aparecen".

"Por el contrario", desarrolla, "se acepta cada vez más la hipótesis de que forman parte de un estilo de procesamiento y pensamiento más; diferente del asumido como normativo, sí. Pero se estima que son más las personas clínicamente sanas que tienen ocasionalmente experiencias alucinatorias como una forma más organizar e integrar la información de las que hay detectadas".

Desde esta perspectiva, se entiende que "incluso, algunos de los pacientes de perfil psicótico refieran que tratar sus alucinaciones como un componente más de su cognición, o como un síntoma indicativo de una alteración de su estado de ánimo (aumento del estrés, ansiedad, tristeza, preocupación…) les resulta más útil en el manejo y convivencia con las mismas que su abordaje como un síntoma alarmante que debe ser suprimido".

En conclusión, Such afirma que "tratar cualquier síntoma o experiencia diversa desde la validación, la naturalidad y la aceptación incondicional de la persona, resulta infinitamente más útil, terapéutico y ético que hacerlo desde el miedo, la supresión e incluso la vergüenza y la culpa".

"Por ello", termina, "es necesario seguir llamando a una reflexión sobre el estigma y los prejuicios arraigados en torno a la salud mental, y muy en especial en torno a este tipo de experiencias, formen parte o no de un cuadro patológico. Confrontar esos prejuicios, desde luego, salva vidas".

Redactor de Salud '20minutos'

Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual, trabajo como redactor de Salud dentro del equipo de Desarrollo de Audiencias para 20minutos. Comencé mi andadura en el periodismo haciendo prácticas y una beca en la sección de Última Hora de este medio, y tras graduarme en 2020 pasé por la sección de Cierre de la Edición en Papel. Además, tengo experiencia profesional como diseñador gráfico y web y como editor de vídeo. Mi gran pasión es la música, pero también me interesan áreas tan diversas como la literatura y las artes, las ciencias o la política, y soy un gran amante de los animales.

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