¿Qué hace la microbiota con la fructosa que llega al intestino? ¿Cómo se genera la intolerancia?

  • En una intolerancia la fructosa interactúa con la microbiota provocando dolor, gases... y otros síntomas intestinales. 
Varias naranjas en una imagen de archivo.
Varias naranjas en una imagen de archivo.
PIXABAY / COULEUR
Varias naranjas en una imagen de archivo.

La intolerancia a la fructosa se produce cuando nuestro organismo no es capaz de absorber, o lo hace solo en parte, la fructosa, sustancia que se encuentra en mayor en menos medida en la mayoría de las frutas y las verduras. Esta intolerancia provoca síntomas como gases, dolor, distensión abdominal e incluso náuseas y vómitos, síntomas que se producen por la interacción de este azúcar simple con la microbiota de nuestro intestino grueso.

¿Intolerancia hereditaria o malabsorción?

Antes de hablar de intolerancia a la fructosa y de su relación con la microbiota intestinal, tenemos que diferenciar la intolerancia a la fructosa de carácter hereditario de la malabsorción, cuyos orígenes son muy distintos.

Intolerancia hereditaria a la fructosa (IHF). Es una enfermedad donde la enzima Aldolasa b, que degrada y metaboliza la fructosa en hígado, intestino y riñones, no funciona de forma adecuada debido a un problema genético, que se hereda de padres a hijos. Afecta a una de cada 20 mil personas y se considera una enfermedad rara. Dado su carácter genético, aparece en cuanto el bebé empieza a comer frutas y verduras y permanece toda la vida. Los síntomas son náuseas, vómitos, sudoración, letargia, alteración hepática aguda, hipoglucemia, etc. Se trata de una afección grave que puede comprometer el crecimiento y desarrollo del niño si no se detecta a tiempo. Se trata solo con dieta.

Malabsorción de la fructosa. Afecta a muchas más personas, pues se calcula que entre un 30 y 40% de las personas tienen en algún grado una mala absorción de la fructosa. Se trata de una afección mucho menos grave que la IHF, pues esta malabsorción se produce solo a nivel intestinal, por lo que los síntomas son en su mayoría también solo intestinales: gases, dolor abdominal, diarrea, estreñimiento… Esta mala absorción se produce porque la proteína encargada de transportar esta fructosa (GLUT-5) no funciona como debería o existe un déficit. Esto provoca que la fructosa se absorba solo en parte. Este déficit de GLUT-5 puede deberse a varias causas, desde enfermedades inflamatorias intestinales, autoinmunes, hasta un desequilibro en la microbiota o incluso el estrés… Esta malabsorción puede ser reversible o no y diagnosticarse en cualquier momento de la vida. Las personas con malabsorción toleran mayor cantidad de fructosa que las personas que padecen IHF, y la cantidad varía de una persona a otra.

Relación entre la malabsorción de la fructosa y la microbiota intestinal

La relación entre la microbiota intestinal y la malabsorción de la ciertas sustancias es bidireccional, es decir, que las alteraciones en la microbiota afectan a la absorción de ciertos nutrientes y viceversa, por eso es común que una misma persona tenga más de una intolerancia o malabsorción. Entre las funciones de la microbiota intestinal está la de mantener sana la mucosa intestinal, que es la barrera encargada de dejar pasar o transportar unas sustancias (como los nutrientes) hacia el torrente sanguíneo y evitar que entren otros que pueden perjudicarnos. Una disbiosis -desequilibrio en la microbiota intestinal- puede provocar un mal funcionamiento de esta mucosa, como, por ejemplo, un déficit de la GLUT5. Este déficit de provocará que la fructosa no se absorba como debería. La fructosa no absorbida en el intestino delgado llega al intestino grueso. Ahí interactúa con la microbiota intestinal, la descompone y fermenta formando agua, gas y ácidos, de ahí que se produzcan síntomas como flatulencias, dolor abdominal, distensión, diarrea…

Como afirma la nutricionista y experta en microbiota Mariana Aróstegui en libro ‘Cuida de tus bacterias prehistóricas’, “si no absorbemos bien los alimentos, estos viajarán por el espacio intestinal, donde serán fermentados por la microbiota, lo cual resultará en sintomatología digestiva y desequilibrio microbiano y disbiosis, como ocurre con la malabsorción de la fructosa o sorbitol. Es un círculo vicioso, ya que los desequilibrios microbianos generan mayores problemas de absorción”. Esta malabsorción también puede ocurrir, como afirma María, “por alteraciones en la pared digestiva como consecuencia de la enfermedad celiaca o como consecuencia del desequilibrio microbiano y la presencia de infecciones”.

¿Quiere decir esto que, tomando los probióticos adecuados o cambiando la dieta podremos ‘curar’ o mejorar nuestra malabsorción de la fructosa? Si no existen patologías inmunitarias o inflamatorias detrás, puede que sí, pero, para ello, antes tenemos que conocer la causa de esta malabsorción. Puede que, con algunos cambios temporales en la dieta -como llevando a cabo la dieta FODMAP- y tomando los probióticos adecuados, podamos mejorar nuestra malabsorción, pero esto deberá hacerse siempre bajo la estricta prescripción y vigilancia de un experto. 

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