Construcciones increíbles: crean una gigantesca isla artificial en Japón para edificar un nuevo e inmenso aeropuerto

El aeropuerto de Kansai sigue en pie desde 1995 a pesar de estar en una zona de climatología extrema
El aeropuerto de Kansai sigue en pie desde 1995 a pesar de estar en una zona de climatología extrema
Pxfuel
El aeropuerto de Kansai sigue en pie desde 1995 a pesar de estar en una zona de climatología extrema

Japón creó su isla artificial Kansai sobre la que se terminó construyendo un aeropuerto en la bahía de Osaka, una zona conocida por sus fuertes vientos y por sus habituales terremotos. El edificio que se diseñó para el aterrizaje y despegue de aviones ha soportado fenómenos meteorológicos, como el tifón Jebi de 2018 que llegó a inundar el aeropuerto.

La idea de empezar una isla de cero comenzó en 1987, donde trataron de hacerse con parte del espacio marino. Cuando esta se creó, necesitaron 10 000 trabajadores para construir su aeropuerto internacional cuya edificación terminó en 1995.

Con el objetivo de crear su isla artificial, los japoneses colocaron arena en el fondo del mar. Al hacer esto, contaron con una base que atravesar con millones de tuberías rellenas también de arena. Cuando las tuberías se retiraron, se mantuvieron unas columnas de arena sobre las que se podía edificar.

La explicación sobre por qué estas columnas de arena sobre más arena pueden ser estable es que el peso de cemento que se coloca arriba para crear la isla artificial comprime la arcilla. Así, el agua marina se cuela por las columnas y el fondo con arena se estabiliza.

Sin embargo, antes de montar la isla artificial, se construyó un enorme dique de tetrápodos de hormigón de unos 11 kilómetros de largo. Mediante estos elementos, se trataba de contener la fuerza del mar.

El resultado de todo este trabajo fue una isla artificial en Japón de 4 kilómetros de largo y 1 de ancho que se terminó de construir en 1990. Renzo Piano y Noriake Okabe fueron dos de los arquitectos que diseñaron el aeropuerto con una marquesina de salidas de 1,7 kilómetros de largo y cuya sala principal mide 30 metros de altura.

No obstante, la creación de la isla artificial no fue el único reto, ya que el edificio no debía destruirse si tenía lugar un terremoto en la bahía de Osaka. Por ese motivo, los arquitectos idearon una estructura flexible a través de un sistema de juntas que se colocaron alrededor de la construcción.

Mediante esas juntas, la edificación soporta los fenómenos meteorológicos extremos a pesar de moverse si hay un terremoto o vientos muy fuertes. De hecho, los 5 000 paneles de cristal que hay en el edificio también disponen de juntas para que se muevan de manera individual y, así, no se rompan.

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