El cuerpo de Internet

Cablemelilla

Melilla ha tenido la última semana una experiencia de primera mano de lo que ocurre cuando falla el cuerpo físico de Internet. Porque si la Red está hecha fundamentalmente de puro software en forma de protocolos TCP/IP, los lenguajes que permiten 'hablar' a los ordenadores, esas conversaciones se llevan a cabo en un soporte material: los centenares de cables submarinos que cruzan los océanos del mundo y transportan el tráfico de datos que constituye Internet. Uno de esos cables, el venerable Almería-Melilla, ha quedado cortado (¿un ancla, un aparejo de pesca?) y mientras las comunicaciones de voz fueron recuperadas con rapidez, para volver a tener Internet los melillenses han tenido que esperar a que llegase el buque cablero y completara el lento y trabajoso procedimiento de reparación.

Mapa de Telegeography Inc.

Internet cruza los mares y conecta continentes a velocidades de milisegundos gracias a esta aparentemente pedestre, pero en realidad muy sofisticada tecnología. Pocas ideas hay tan primitivas como la de transmitir información a través de un abismo haciendo cruzar un cable de uno a otro lado, pero hoy gracias a tecnologías como la fibra óptica, los repetidores láser y el multiplexado por colores se alcanzan velocidades de transmisión astronómicas, de hasta 80 canales de 10 gigabites por segundo por fibra en los cables más modernos. La idea de mandar un cable de una punta a otra del océano es simple, aunque su ejecución está lejos de serlo. Porque colocar un cable de centímetros de grosor en un lugar exacto del fondo del océano, a veces a kilómetros de profundidad y enterrado para protegerlo, y hacerlo a lo largo de miles de kilómetros de longitud es una verdadera hazaña de ingeniería como hay pocas. Esas hazañas son las que hacen posible que exista Internet, que si tiene un cuerpo es ése: la frágil telaraña que forman unos pocos centenares de cables en el fondo de los océanos.

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