Objetos de la mente

Algunos autores querrían abolir cualquier diferencia entre la 'propiedad' intelectual y la propiedad a secas. La obra de un escritor o un pintor sería, para ellos, como una casa, un automóvil o un coche: algo sobre lo que el propietario tiene absoluto y perpetuo control, y que puede incluso dejarse en herencia. Algo, en suma, no diferente de una parcela. La cultura debería así tratarse como si fuese una rama de la economía inmobiliaria. Lo que ocurre es que hay notables diferencias entre una propiedad hecha de átomos y otra fabricada con bites. Los objetos físicos, desgraciadamente, no pueden copiarse a voluntad y a coste casi cero. Los objetos de la mente, en cambio, se reproducen con facilidad, lo que hace mucho más costoso protegerlos. Además las creaciones culturales surgen de la mente de sus creadores, que están repletas de obras anteriores: ninguna novela, cuadro o canción emerge de la nada plenamente formada. Todas ellas provienen de una tradición, que está compuesta por obras de artistas anteriores; si toda la cultura tuviese un propietario, producir nueva cultura sería imposible. Es por eso que los objetos de la mente no pueden regirse (y no lo hacen) por las mismas leyes que los objetos materiales. Porque sería el caos.

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