Repudio de la esclavitud

Una de las características menos deseables del flamante iPhone (aparte de su inamovible batería), es que viene ligado a una única red telefónica; la de AT&T en los EE UU, conocida allí por su menos que estelar calidad. Apple intenta otra vez imponer limitaciones en un producto tecnológico que benefician al fabricante, pero perjudican al consumidor. La cosa podía tener sentido cuando las empresas subvencionaban buena parte del coste del terminal para convencer a la gente de que se comprase un móvil. Pero con más de un teléfono por barba, como ocurre en España, el objetivo de 'movilizar' a la población está más que satisfecho. Hoy la guerra es ofrecer terminales inteligentes con funcionalidad y diseño tales que la gente desee comprarlas, con independencia de su precio y telefónica favorita. No es de extrañar que un consorcio de 'hackers' se haya empecinado en romper este absurdo candado y 'liberar' el iPhone. Cosa que sin duda conseguirán: hay más programadores fuera que dentro de Apple, y al final los números mandan. La esclavitud de terminales ya no tiene sentido.

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