Este pez robótico es capaz de nadar durante más de cien días impulsado por células cardíacas humanas

Este pez ‘ciborg’ es capaz de nadar en el agua como si se tratase de un pez real.
Este pez ‘ciborg’ es capaz de nadar en el agua como si se tratase de un pez real.
Universidad de Harvard (Michael Rosnach, Keel Yong Lee, Sung-Jin Park, Kevin Kit Parker)
Este pez ‘ciborg’ es capaz de nadar en el agua como si se tratase de un pez real.

Un pez robótico impulsado por células cardíacas humanas, sí, es posible y se trata de uno de los primeros intentos de crear robots biohíbridos.

De la misma forma que los brazos robóticos de una fábrica están diseñados para replicar una y otra vez los movimientos de un brazo humano, Este pez ‘ciborg’ es capaz de nadar en el agua como si se tratase de un pez real, a excepción de que carece de inteligencia artificial que le guíe.

Ha sido creado por un grupo de investigadores de las universidades de Harvard y de Emory con el objetivo de que sea la base para acabar cultivando corazones artificiales orgánicos.

El pez tiene una cola flexible cubierta por cada lado con una capa de células de músculo cardíaco, que son cardiomiocitos derivados de células madre.

Cuando las células de un lado se contraen, tiran de la cola en esa dirección, y cuando las células del otro lado se contraen, tiran de la cola en la dirección opuesta.

Sin embargo, lo que llama la atención de este robot biohíbrido es que las dos capas de células musculares se activan continuamente entre sí. Cuando un lado se contrae, el otro lado se estira, y esa acción abre un canal 'proteico mecanosensible' que hace que ese lado se contraiga, lo que a su vez estira el otro lado y hace que se repita el proceso.

Además, cuenta con un mecanismo similar al de un marcapasos para regular de manera autónoma la frecuencia y el ritmo de estas contracciones. El objetivo es que la cola tenga un movimiento adecuado para impulsar al pez por el agua.

Las células musculares funcionan como un circuito cerrado y han podido propulsar a los peces durante más de 100 días.

Igual que los músculos de un cuerpo humano mejoran con el ejercicio, el pez fue nadando mejor a medida que pasaba el tiempo, llegando a moverse por el agua a la misma velocidad que un pez cebra.

Su intención es recrear con éxito la biofísica del corazón, es decir, los mecanismos autosuficientes que hacen que pueda latir sin cesar. El fin es poder crear, algún día, corazones artificiales utilizando los mismos ingredientes orgánicos que usa nuestro propio cuerpo.

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