Análisis de 'God of War: Ragnarok'

Una epopeya para disfrutar del fin del mundo

'God of War: Ragnarok' trae héroes ya conocidos y algunos muy carismáticos por conocer
'God of War: Ragnarok' trae héroes ya conocidos y algunos muy carismáticos por conocer
Sony
'God of War: Ragnarok' trae héroes ya conocidos y algunos muy carismáticos por conocer

Las secuelas de obras maestras como God of War se debaten irremediablemente entre el obligado continuismo de una fórmula que funciona y el afán de renovación para satisfacer al seguidor que espera de sus creadores algo más que un mero DLC con gráficos mejorados para adaptarse a las nuevas capacidades. 

Ragnarok no apuesta claramente por ninguna de estas dos opciones, sino que navega sabiamente en las aguas que se forman entre la continuidad y la innovación, ampliando la obra maestra que era el original, explotando sus bondades y tratando de pulir las debilidades y de satisfacer las demandas de los jugadores.

Para el que ande un poco despistado, ‘God of War’ es una saga que se remonta casi a los albores de PlayStation. Los primeros juegos fueron muy populares, auténticos machacapulgares plataformeros, cargados de una brutalidad y algunas innovaciones visuales nunca vistas hasta el momento. Unos títulos en los que la historia –la de Kratos, un dios griego con sed de venganza–, importaba poco y solo servía para sostener la acción frenética que hizo disfrutar durante horas a millones de jugadores.

En 2018 eso cambió, el renacer de la saga cayó en manos de Santa Monica Studio que transformó por completo el espíritu de la franquicia, con un juego que revolucionó la forma de contar historias, gracias a una estructura basada en un único plano secuencia de principio a fin, y elevó a ese ‘God of War’ sin apellido al Olimpo de los juegos. Han tenido que pasar cuatro años para que la secuela de aquella obra maestra viera la luz, pero, sin duda, la espera ha merecido la pena.

‘God of War: Ragnarok’ mantiene la estructura en plano secuencia del original potenciando la importancia de una historia que sigue siendo el eje central de la aventura. El guión narra la historia de un padre y su hijo que pelean contra dioses y monstruos, pero que sobre todo luchan contra su destino mientras aprenden a quererse y a lidiar con las vicisitudes del paso de la infancia a la adolescencia. La historia estremece, conmueve y divierte. Recuerda a grandes relatos como ‘The Last of Us’, sin olvidar el toque gamberro de ‘Uncharted’ o ‘Guardianes de la Galaxia’.

Más acción

La brutalidad y frenesí de los combates se mantiene e incluso se potencia con más jefes a los que derrotar. Kratos parte con las armas y las mecánicas con las que ya hizo disfrutar en la primera parte y con el paso de las horas mejora con más utensilios para dar muerte a sus enemigos, combos renovados y un sencillo árbol de habilidades y mejoras que hacen al jugador querer progresar.

A pesar de mantener la linealidad de un juego pasillista en el que la trama guía al jugador en todo momento, ‘God of War: Ragnarok’ hace lo posible por innovar sin renunciar a su esencia, incorporando nuevos puntos de vista de una manera magistral y abriendo la puertas a pequeños mundos semiabiertos, en misiones secundarias con tramas narrativas muy desarrolladas y momentos de una espectacularidad que poco nada tienen que envidiar al hilo argumental principal.

Puede que haya quien pueda tachar a esta entrega de demasiado continuista, sobre todo en sus primeros compases, pero habrá pocos que con el paso de las horas (entre 30 y 60) no acaben enamorándose de sus personajes o que no caigan deslumbrados por una espectacularidad frenética y brutal que llevan fácilmente a olvidarse del paso del tiempo.

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