Castillos, playas y marisco en el bello rincón del sur de Francia al que se llega en AVE

La bella ciudad de Narbona y su catedral.
La bella ciudad de Narbona y su catedral.
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La bella ciudad de Narbona y su catedral.

Cuando pensamos en la costa del sur de Francia, la mente se nos va directa a la Costa Azul. Pero antes de llegar a ese rincón dominado por el glamour y el lujo hay una Francia mucho más auténtica en la que disfrutar de sus largas playas y su rico patrimonio.

A Narbona y su región se puede llegar en AVE desde Madrid o Barcelona

Podemos poner a Narbona como punto de partida para recorrer esta costa del sudeste de Francia, una pequeña ciudad a la que, por cierto, se puede llegar en AVE desde Madrid o Barcelona (renfe-sncf.com). Y este ha sido siempre el punto fuerte de Narbona, las buenas comunicaciones. Ya con los romanos su puerto era uno de los más importantes de Francia. De la época romana podemos encontrar restos en la Plaza del Ayuntamiento. En concreto de lo que fue la Via Domitia, antigua calzada romana que unía Italia y España. Pero su gran joya la encontramos detrás: la catedral de los Santos Justo y Pastor. Las dimensiones y majestuosidad de este templo gótico logran que no nos fijemos en que sigue inacabada.

Castillo de Peyrepertuse.
Castillo de Peyrepertuse.
Santi Rodriguez

Tras las huellas de los cátaros

Una de las rutas más destacadas del sur de Francia es la que sigue los pasos de lo cátaros, y es justo en los alrededores de Narbona donde encontramos más restos de aquella parte de la historia. Los cátaros fueron una orden religiosa que se expandió por la zona sobre el siglo XI. La iglesia católica los tachó de herejes y tuvieron que huir y esconderse. Para ello utilizaron los castillos menos accesibles que encontraban. En algunos casos los dueños les abrían las puertas, pero en otros ocupaban fortificaciones abandonadas. Este es el motivo por el que cada castillo de la ruta sea de un estilo y tengan poco en común.

Castillo de Queribus al anochecer.
Castillo de Quéribus al anochecer.
Gareth Kirkland

Uno de los más destacados es el de Villarouge-Termenès. Y no solo porque su acceso es más sencillo y su restauración facilita bastante la visita, también porque este fue uno de los puntos más interesantes en la historia de los cátaros. Pero no vamos a hacer “spoiler” y mejor enterarse de todas las intrigas sobre el terreno. Muy cerquita encontramos el castillo de Termes, en lo alto de una escarpada colina. Y algo más al sur, cerca de la zona del Pirineo, se pueden visitar los castillos de Peyrepertuse y el de Quéribus, separados por apenas unos 20 minutos.

Abadía de Fontfroide, fundada en el siglo XI.
Abadía de Fontfroide, fundada en el siglo XI.
Getty Images/iStockphoto

En el otro bando

La Abadía de Fontfroide es uno de los lugares más bonitos que visitar cerca de Narbona. En su caso, este conjunto fundado en el siglo XI, en el que destacan su iglesia románica, un claustro de estilo gótico y un precioso jardín, no se lo puso nada fácil a los cátaros, ya que se mostraron siempre fieles al catolicismo. Hoy en día es una propiedad privada, pero es posible visitarla y admirar su estupendo estado de conservación.

El pueblo más bonito

En cuanto veas una foto de Gruissan se va a convertir en tu nueva necesidad. Ubicado entre el mar y unas salinas, este pequeño pueblo está construido en forma de espiral, una de las maneras más efectivas de defender su castillo. Hoy solo queda una torre que corona el pueblo y que lo convierte en el más fotogénico de la zona.

Vista nocturna del bello pueblo medieval de Gruissan y de su castillo.
Vista nocturna del bello pueblo medieval de Gruissan y de su castillo.
Getty Images/iStockphoto

Muy recomendable visitar la zona de las salinas al caer la tarde, cuando el agua se tiñe de un rosa anaranjado precioso y abren los puestos de ostras que ofrecen el producto más fresco. Pero antes hay que seguir una pequeña carretera que te lleva a la zona de la playa, más de dos kilómetros de arena fina y aguas tranquilas. Se la conoce como Playa de los Chalets por sus peculiares casas subidas sobre unos pilares.

Restaurante Les Grands Buffets.
Restaurante Les Grands Buffets.
Adrien_Privat

Un restaurante imprescindible

Esta región es conocida en todo el país por su gastronomía y sus excelentes materias primas. Desde los productos del mar hasta los quesos, pasando por los vinos (es la zona vinícola más extensa de Francia). Y para poder probarlo todo y disfrutar de verdad de la comida hay que ir, sí o sí, al restaurante Les Grands Buffets. Una auténtica fiesta de la cocina francesa en la que no faltan productos de calidad, recetas tradicionales y una variedad abrumadora. Entre sus salones, cuidados hasta el más mínimo detalle, hay una zona dedicada al queso en la que hay más de 110 variedades diferentes (sí, tiene un récord Guinness); en la parte dedicada al mar esperan las ostras y una espectacular cascada de bogavantes.

Cascada de bogavantes en el Les Grands Buffets.
Cascada de bogavantes en el restaurante Les Grands Buffets.
lesgrandsbuffets.com

¿Qué se puedes pedir de segundo? En la Rôtisserie preparan delicias al momento, pero una de las estrellas de la carta es su Canard ou Sang, una emblemática receta que muy pocos restaurantes franceses sirven en la actualidad debido a lo complejo de su elaboración. A todo esto hay que sumarle la delicada pastelería francesa y una heladería propia. ¿El precio? 47,90 euros por persona. Las bebidas aparte, pero el vino se sirve por copas y a precio de bodega. lesgrandsbuffets.com y cotedumidi.com

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